Sí. Seguramente sigo siendo una quinceañera, como me han comentado por ahí. De no ser así, no volvería continuamente a aferrarme a aquellos mismos pensamientos que me obsesionaban cuando tenía esa edad: la cuchilla brillante en la muñeca, un tajo firme y largo y adiós al sufrimiento. Sin embargo ya no tengo la misma impulsividad de entonces para hacerlo. Sin embargo me paro a pensar en lo que pensarán de mí todos los que me conocen por mi profesión y todo lo que se diría de mí si lo hiciera, y me pregunto por qué no acabaría la faena cuando tuve la oportunidad de hacerlo sin ser nadie para nadie...
Trastorno de personalidad mixto con tendencias autolíticas... Esa soy yo según el único diagnóstico coherente que me han hecho en la vida.
Pero sin tecnicismos, lo que soy es una mujer absolutamente sola en el mundo, sin un sólo lazo de amor real con este mundo, sin nada firme a lo que agarrarme. Quizás por eso, en el fondo de mí misma quería estar embarazada. A pesar de las dificultades, de los problemas que eso podría haberme acarreado. A pesar de todo. Quería estar embarazada porque eso significaría que otra persona en este mundo pasaría a ser el centro de mi vida y dejaría de serlo yo y mi amargura y mi soledad y mis fantasmas...
Pero no. El tercer test negativo ya me ha convencido de que no lo estoy. Y ya han desaparecido los mareos, las nauseas, los dolores... Sí, debo estar loca. Siempre lo he estado. Y no deja de sorprenderme la poderosa fuerza que ejerce mi locura sobre mi cuerpo...
Lo cierto es que hoy, a las doce y media de la noche, sola en esta casa enorme, sólo pienso en que a pesar de todos mis esfuerzos durante todos estos años por intentar superarme a mí misma, al final del camino siempre vuelvo a encontrarme con aquella quinceañera desarraigada, melancólica y solitaria que soñaba con el día en que se arrancase la vida y pudiera ver el mundo con calma desde el otro lado de la barrera: sin dolor, sin frustación, sin angustia, sin necesitar tanto el beso y el abrazo que todos se niegan a darte...
No lo lograré nunca. Sé que no debo decir ni pensar eso. Pero no puedo evitarlo. No puedo evitar pensar que no lo lograré nunca. Que jamás seré capaz de ser una persona normal, con una vida normal, con lazos normales y reales con este mundo...
Necesito tanto amar... Tanto que he sido capaz de amar profundamente a todos los que se han dejado, a pesar de que ellos no me amaran a mí ni siquiera con la mitad de intensidad. Supongo que Juan ha sido tan sólo uno más de una larga lista de anhelos insatisfechos. Tan sólo uno más que se dejó querer porque no había nada mejor que hacer... y el resto lo hizo mi mente y mi irrefrenable necesidad de agarrarme a algo, de encontrar algo que realmente me haga sentir parte de este mundo.
Sí, ya vuelvo incluso a escribir como cuando tenía quince años. Con esos mismos pensamientos en torbellino, vuelvo al mismo bucle de pensamientos autodestructivos...
Pero lo cierto es que en este instante lo único que siento es vacío y soledad. Y lo único en lo que mi mente puede pensar es en que no quiero seguir. No quiero seguir adelante. No quiero mover un músculo más de mi cuerpo. No quiero bombear ni una sola gota más de mi sangre. No quiero seguir adelante, no quiero conocer a nadie más, no quiero intentarlo una vez más, porque ya no puede partírseme más el corazón...
Y, sin embargo, a diferencia de cuando tenía quince años, por suerte o desgracia (ahora mismo sólo lo veo como una desgracia) ya ni siquiera tengo el coraje de coger realmente esa cuchilla entre las manos y acabar de una vez con todo. Ya ni siquiera puedo repetir aquella frase que tanto me gustaba entonces (hace casi otros quince años) y con la que solía arroparme para defenderme del mundo: "siempre me quedará bajo la manga la carta de la muerte"... Ya hasta esa la he perdido, pues no soy capaz de usarla.
Ahora simplemente me siento en el sofá con el rollo de papel higiénico en las manos para ir recogiendo las lágrimas cuando salen a borbotones y me aferro al ordenador para escribir este montón de palabras sin sentido en un intento inútil de deshacer este nudo enorme que se me ha quedado atrapado en el pecho y del que no sé como desprenderme.
Ya sólo sé autocompadecerme. Con quince años era al menos capaz de odiar, capaz de sentir rencor, capaz de sentir ansias de matar a otros y a mí misma. Con casi treinta sólo soy capaz de sentir angustia y pena por mí misma. Una angustia y una pena que se hace mil veces más grande cuanta más comprensión y perdón siento hacia los demás. Ya ni siquiera soy capaz de odiar a los que me hieren. Ahora les comprendo y me culpo a mí misma por no haber sido capaz de darme cuenta a tiempo de que no me querían lo suficiente.
Sí, definitivamente sigo siendo la quinceañera desequilibrada de hace 15 años, pero con menos coraje que ella, más vieja, más sola y más triste que ella, aunque entonces jamás hubiera pensado que podría sentirme más triste de lo que ya estaba...
Gracias por leer amigos, y disculpen la melancolía...
Trastorno de personalidad mixto con tendencias autolíticas... Esa soy yo según el único diagnóstico coherente que me han hecho en la vida.
Pero sin tecnicismos, lo que soy es una mujer absolutamente sola en el mundo, sin un sólo lazo de amor real con este mundo, sin nada firme a lo que agarrarme. Quizás por eso, en el fondo de mí misma quería estar embarazada. A pesar de las dificultades, de los problemas que eso podría haberme acarreado. A pesar de todo. Quería estar embarazada porque eso significaría que otra persona en este mundo pasaría a ser el centro de mi vida y dejaría de serlo yo y mi amargura y mi soledad y mis fantasmas...
Pero no. El tercer test negativo ya me ha convencido de que no lo estoy. Y ya han desaparecido los mareos, las nauseas, los dolores... Sí, debo estar loca. Siempre lo he estado. Y no deja de sorprenderme la poderosa fuerza que ejerce mi locura sobre mi cuerpo...
Lo cierto es que hoy, a las doce y media de la noche, sola en esta casa enorme, sólo pienso en que a pesar de todos mis esfuerzos durante todos estos años por intentar superarme a mí misma, al final del camino siempre vuelvo a encontrarme con aquella quinceañera desarraigada, melancólica y solitaria que soñaba con el día en que se arrancase la vida y pudiera ver el mundo con calma desde el otro lado de la barrera: sin dolor, sin frustación, sin angustia, sin necesitar tanto el beso y el abrazo que todos se niegan a darte...
No lo lograré nunca. Sé que no debo decir ni pensar eso. Pero no puedo evitarlo. No puedo evitar pensar que no lo lograré nunca. Que jamás seré capaz de ser una persona normal, con una vida normal, con lazos normales y reales con este mundo...
Necesito tanto amar... Tanto que he sido capaz de amar profundamente a todos los que se han dejado, a pesar de que ellos no me amaran a mí ni siquiera con la mitad de intensidad. Supongo que Juan ha sido tan sólo uno más de una larga lista de anhelos insatisfechos. Tan sólo uno más que se dejó querer porque no había nada mejor que hacer... y el resto lo hizo mi mente y mi irrefrenable necesidad de agarrarme a algo, de encontrar algo que realmente me haga sentir parte de este mundo.
Sí, ya vuelvo incluso a escribir como cuando tenía quince años. Con esos mismos pensamientos en torbellino, vuelvo al mismo bucle de pensamientos autodestructivos...
Pero lo cierto es que en este instante lo único que siento es vacío y soledad. Y lo único en lo que mi mente puede pensar es en que no quiero seguir. No quiero seguir adelante. No quiero mover un músculo más de mi cuerpo. No quiero bombear ni una sola gota más de mi sangre. No quiero seguir adelante, no quiero conocer a nadie más, no quiero intentarlo una vez más, porque ya no puede partírseme más el corazón...
Y, sin embargo, a diferencia de cuando tenía quince años, por suerte o desgracia (ahora mismo sólo lo veo como una desgracia) ya ni siquiera tengo el coraje de coger realmente esa cuchilla entre las manos y acabar de una vez con todo. Ya ni siquiera puedo repetir aquella frase que tanto me gustaba entonces (hace casi otros quince años) y con la que solía arroparme para defenderme del mundo: "siempre me quedará bajo la manga la carta de la muerte"... Ya hasta esa la he perdido, pues no soy capaz de usarla.
Ahora simplemente me siento en el sofá con el rollo de papel higiénico en las manos para ir recogiendo las lágrimas cuando salen a borbotones y me aferro al ordenador para escribir este montón de palabras sin sentido en un intento inútil de deshacer este nudo enorme que se me ha quedado atrapado en el pecho y del que no sé como desprenderme.
Ya sólo sé autocompadecerme. Con quince años era al menos capaz de odiar, capaz de sentir rencor, capaz de sentir ansias de matar a otros y a mí misma. Con casi treinta sólo soy capaz de sentir angustia y pena por mí misma. Una angustia y una pena que se hace mil veces más grande cuanta más comprensión y perdón siento hacia los demás. Ya ni siquiera soy capaz de odiar a los que me hieren. Ahora les comprendo y me culpo a mí misma por no haber sido capaz de darme cuenta a tiempo de que no me querían lo suficiente.
Sí, definitivamente sigo siendo la quinceañera desequilibrada de hace 15 años, pero con menos coraje que ella, más vieja, más sola y más triste que ella, aunque entonces jamás hubiera pensado que podría sentirme más triste de lo que ya estaba...
Gracias por leer amigos, y disculpen la melancolía...
Comentarios
Hacía tiempo que no leía tu blog, ya que dejaste de escribir, y al ver que habías vuelto, me he puesto al día...
Decirte, que no te sientas como un loca por haberte creído estar embarazada, yo misma he tenido la misma sensación mas de una vez, con todos los síntomas posibles, sin que luego lo estuviera... el problema que hayas podido tener anteriormente no es el culpable de lo que te ha ocurrido, son solo un cúmulo de circunstancias, que han hecho que te alarmes, tanto por las ganas que tenías de estarlo, como podía ser de lo contrario...
Cuando dices que te sientes como cuando tenías 15 años solo que ahora incluso peor, porque no tienes valor, para nada creo que sea así, ahora eres consciente de lo que haces, y lo que debes, por muy mal que te encuentres, esa no es salida, y ahora eres lo suficiente madura como para saberlo, y no hacerlo, no te machaques diciendo lo contrario, porque no intentarlo si quiera, demuestra la valía que tienes dentro, recuerda que no es valiente el que lo hace, mas bien todo lo contrario, es de cobarde, es la salida mas fácil, y tu ERES UNA VALIENTE.
Aunque hace mucho que no tenemos contacto, que sepas que aquí tienes una amiga para lo que necesites, y no lo digo por cumplir, saber que alguna que otra vez ya te lo he dicho, solo tiene que ponerte en contacto conmigo.
Un beso enorme, y te quiero bien arriba eh??!!! te estaré siguiendo por aquí
tharsy
Un beso fuerte
No sé si nos conocemos porque no das muchos datos sobre ti y la foto no está muy clara. Lo cierto es que he leído tu relato sin poder evitar ponerme un poco triste. Yo siempre digo que el amor más importante es el que uno nunca se dedica a sí mismo. Quizás en esta etapa de nuestras vidas podamos hacer un hueco para reflexionar sobre nosotros mismos y si realmente podemos tener en nosotros, nuestros gustos y anhelos nuestro propio motor de vida. Aunque uno nunca deja de reflexionar que evidentemente solos no podemos vivir como animales sociales que somos, pero quizás también debemos pensar si el amor de pareja monógama no es en cierto modo un producto cultural que nos han vendido durante siglos.
Bueno un día esciribiré algo de eso para expresarlo mejor. Gracias por tu comentario y ánimo-