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Mi marido

El 12 de Julio de 2009 escribí...

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco...

Cinco meses y 14 días después le conocí... Tenía 38 (casi 39), así que se pasaba por cuatro años del target deseado. Mide 1,82 y yo, 1,60cm. Así que podría decirse que es casi demasiado alto. Es rubio, aunque de esos rubios que con la edad parecen morenos, con lo que no se le puede tener en cuenta. Sobre todo si le sumamos los ojos verdes... Agraciado es. Y ni gordo, ni flaco (aunque últimamente me ha cogido unos kilillos). 

Pero vamos, que en términos generales, he de decir que el Universo cumplió (o mi disposición hacia el amor logró que finalmente uno más uno sumaran dos)...

Eso sí, no fue inmediato. Como digo, nos conocimos en diciembre. Un fin de año en casa de una amiga común. Pero pasaron muchos meses hasta que sus timidísimas insinuaciones me resultaran evidentes y mi clara disposición le resultara creíble. 

Fue un lunes de marzo. Él tenía una contractura en el hombro y yo le invité a un ron para que se le pasara. Nos amaneció el martes charlando y mientras me vencía el sueño en el sofá y daba todo por inútil al saber que él tendría que salir corriendo hacia el trabajo sin haber dormido (ni follado), me sorprendió con “un piquito” de despedida, que resultó ser el principio más romántico de mi historia. 

Seis meses después vivíamos juntos. A los tres años nos casamos en una divertidísima y original boda junto al mar. 

Y por supuesto no somos felices ni comemos perdices, porque esto no es un cuento de hadas ni yo la hermana secreta de los Andersen. Pero nos apañamos, que ya es bastante, supongo... 

Ya os iré contando más.. 😉

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Cumpleaños

Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján

Se busca

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco, preferiblemente fibroso, inteligente, con estudios superiores terminados, al que le guste extremadamente el sexo pero sepa ser fiel, que ame la cocina, que le guste limpiar, que no le moleste que su pareja no lo haga, que le gusten los animales, especialmente los gatos, que no tenga pareja y que no tenga miedo a tenerla, para mantener relación estable con una pelirroja, pecosa, bajita, de complexión normal, desastre en el hogar, adicta al trabajo, con estudios superiores y alto nivel de inglés, extremadamente buena en la cama (aunque esté mal decirlo), que adora los gatos y no podría vivir sin el shushi. ¿Algún candidato? Así me va, ¿verdad? jajaja Saludos amigos.

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No sé si el destino existe, ni si existen las señales o los avisos del destino. Pero si existen lo de esta noche, sin duda, lo ha sido. Una señal enorme con luces de neón que reza en grande un mensaje muy claro: PARA. Primero, la romería, y aquel sentimiento de inferioridad, de verme en un lugar en el que no pinto nada y en el que no me apetece estar, con la única cosa en la cabeza de: “en cuanto esto acabe llamo a TS”. Luego su indiferencia al teléfono. Luego, el sentimiento de soledad y de “¿qué hago yo aquí?”. Y cogí el coche, con todo lo que había bebido, y me volví a la ciudad. Pero, en vez de irme a casa a dormir y olvidar, que es siempre la mejor terapia, decidí salir. Y decidí hacerlo con Eusebio y su mujer. Y ya sabía desde que iba saliendo que iba a volver a caer en el desastre. Y lo hice. Me tomé la primera raya de coca. Y ya sabía que esta vez no iba a ser como las caídas anteriores. Lo sabía y aún así no paré. Sabía que esta vez no iba a ser una y me olvidar