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Y me envenenan los besos que voy dando...

Y me envenenan los besos que voy dando y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño...

Es lo que escucho en este momento. A mister Joaquín perdido en el pañuelo de amargura que empaña sin buscarlo tu hermosura... Y vuelve la guerra fría, y el suelo de tu boca al purgatorio...

¿Y sabéis qué? Que al oirlo no pienso en Juan... Aunque no olvide sus labios carnosos, sus besos tiernos o su forma apasionada de hacerme el amor, a quien recuerdo siempre, por y por siempre, con y sin dolor, a quien no me nace reprocharle nada a pesar de mucho... es a Alberto.

Y mi pregunta, la de siempre: ¿he querido realmente después de él? ¿Querré a alguien algún día?

Quizás debería parar. Quizás debería dejarlo al fin y aceptar que por mucho que lo intente, por mucho que pueda llegar a querer con cierta intensidad, el único hombre, la única alma válida para mí, murió empotrado en un camión y estará esperándome al otro lado cuando el tiempo decida que debe dejar de contar para mí.

Quizás así sea más facil aceptar que nadie me quiera y que yo no logre amar intensamente a nadie de verdad después de él...

O quizás esto son sólo divagaciones estúpidas de borracha...

Gracias por leerlas...

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Cumpleaños

Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján

Se busca

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco, preferiblemente fibroso, inteligente, con estudios superiores terminados, al que le guste extremadamente el sexo pero sepa ser fiel, que ame la cocina, que le guste limpiar, que no le moleste que su pareja no lo haga, que le gusten los animales, especialmente los gatos, que no tenga pareja y que no tenga miedo a tenerla, para mantener relación estable con una pelirroja, pecosa, bajita, de complexión normal, desastre en el hogar, adicta al trabajo, con estudios superiores y alto nivel de inglés, extremadamente buena en la cama (aunque esté mal decirlo), que adora los gatos y no podría vivir sin el shushi. ¿Algún candidato? Así me va, ¿verdad? jajaja Saludos amigos.

La señal

No sé si el destino existe, ni si existen las señales o los avisos del destino. Pero si existen lo de esta noche, sin duda, lo ha sido. Una señal enorme con luces de neón que reza en grande un mensaje muy claro: PARA. Primero, la romería, y aquel sentimiento de inferioridad, de verme en un lugar en el que no pinto nada y en el que no me apetece estar, con la única cosa en la cabeza de: “en cuanto esto acabe llamo a TS”. Luego su indiferencia al teléfono. Luego, el sentimiento de soledad y de “¿qué hago yo aquí?”. Y cogí el coche, con todo lo que había bebido, y me volví a la ciudad. Pero, en vez de irme a casa a dormir y olvidar, que es siempre la mejor terapia, decidí salir. Y decidí hacerlo con Eusebio y su mujer. Y ya sabía desde que iba saliendo que iba a volver a caer en el desastre. Y lo hice. Me tomé la primera raya de coca. Y ya sabía que esta vez no iba a ser como las caídas anteriores. Lo sabía y aún así no paré. Sabía que esta vez no iba a ser una y me olvidar