Ir al contenido principal

Perdida

Sí, así me siento. Perdida. Y no sólo porque esté enganchada a la serie que ahora retrasmite Cuatro, que también.

Me siento perdida y, como le decía el otro día a Juan, me siento estancada. Ésa es la palabra. Siento que todo en mi vida está en un stand by que no sé cuanto tiempo durará.

El trabajo -el mayor de mis tormentos- pende de un fino hilo y me siento como una acróbata andando por una cuerda floja que se tambaléa sin parar. De momento estoy de baja. Baja por estrés. Nunca había cogido una de estas famosas bajas que, valga la redundancia, tan mala fama tienen. Pero creo que no me ha quedado otra opción.

Las relaciones con mi jefe han llegado a un punto de no retorno. No nos soportamos: es un hecho. Yo no aguanto su absoluta incompetencia, su cara dura, su vagancia y, mucho menos, su prepotencia y sus malos modos heredados de un padre militar. "Es una orden", "aquí mando yo", "tú te callas la boca y haces lo que yo diga", "las cosas se harán como yo diga", son algunas de sus frases favoritas. Y no puedo. No lo soporto. Sobre todo teniendo en cuenta que vienen de alguien que no tiene ni la menor idea sobre lo que hacemos, sobre cómo debe llevarse nuestro trabajo y que, además, tiene un interés nulo en saberlo.

Él, por su parte, no soporta mi personalidad respondona, no soporta que le demuestre una y otra vez que es un inutil y un incompetente, no soporta que ponga en duda sus decisiones y trate de llevarlo a mi terreno. Y no lo hago porque quiera ganar nada ni demostrar nada, os lo aseguro. Lo hago porque no sé hacer las cosas de otra manera. Porque no soporto que nada de lo que hago salga mal si puede salir bien. No soporto dejar las cosas a medio hacer ni que salgan regular cuando podrían salir perfectas.

¿Es un defecto? ¿Tendría que pasar de todo, cobrar mi sueldo a final de mes y si el producto es una mierda que me resvale? Supongo que sí. Pero no sé cómo se hace eso.

El problema, tras analizarlo mucho, creo que está en las expectativas iniciales. Fue mi jefe, llamémoslo Ascanio, el que me ofreció este trabajo algunos meses antes de que mi anterior empleo se fuera al garete y dejáramos de cobrar. Yo lo rechacé varias veces hasta que pasó lo que pasó. Entonces, creyendo que conocía a Ascanio, vi una oportunidad de iniciar un proyecto bonito, duro pero bonito, junto a alguien con quien creía que podría dialogar, que podría hacer equipo y que me dejaría desarrollar las mil ideas que tenía. Jamás imaginé que me iba a encontrar con una persona autoritaria, testaruda y con un complejo de inferioridad enorme que trata de ocultar a base de imposiciones y malos modos.

Él por su parte, pensaba que iba a encontrar en mí una persona sumisa y maleable que iba a seguirle a dónde fuera cual perrito faldero y que besaría el suelo por el que pisa por el simple hecho de haberme dado un trabajo cuando las cosas se pusieron feas en el anterior. Pero yo no soy así. Soy de hecho todo lo contrario. La sumisión, el acato a la autoridad y el 'Sí Bwana' como sistema son formas de actuar que casi van contra mi religión.

Y ahí está el choque. Un choque que no tiene arreglo. Pues ni yo estoy dispuesta a aguantar su autoritarismo ni a callarme sus cagadas. Ni él está dispuesto a dejarme hacer mi trabajo sin decir nada, ni a reconocer su incompetencia y hacerse a un lado, que es lo que yo creo que debería hacer.

Y así me encuentro. Con una baja por estrés que ya dura tres semanas y sin saber que hacer. ¿Sigo de baja hasta que me echen a la calle (cosa que me dejaría en un situación de bastante precariedad económica y con poco futuro tal y como se plantea mi profesión en estos momentos)? ¿O vuelvo y trato de asentir y callar para que no me echen, a pesar de que pueda volverme a dar un ataque de estos raros que me han venido dando (vista nublada, parálisis en un lado de la cara y la lengua, insuficiencia respiratoria...)?

No lo sé. De momento tengo hasta el viernes para pensarlo.

Estoy en casa de Juan. Me he venido unos días porque no soportaba la idea de quedarme sola en la ciudad dándole vueltas a la cabeza mientras doy vueltas por mi casa sin saber qué hacer.

¿Y con Juan qué tal? Pues ahí... Tan poco a poco que parece que nada avanza. Supongo que también en stand by. Mientras él siga aquí, a 200 kilómetros de distancia (puede que no les parezca mucho, pero en nuestras circunstancias les aseguro que lo es), nada puede avanzar como debería. Pero, quizás no es ése el mayor de nuestros problemas. En este tiempo que hemos estado juntos he conseguido pequeños avances en lo nuestro, que me presente a su hermano y a su mejor amigo (tardé más de 8 meses), que me diga "te quiero" (hace tan sólo unas semanas)... Pero de ahí a conseguir que vivamos juntos...

Es complicado. Ya no sólo por la distancia, que espero que más tarde o más temprano acabe solucionándose. Sino más bien por cómo somos: yo, un absoluto desastre en la casa, y él, mi madre. Sí, me he liado con mi madre. No soporta una mota de polvo. No soporta que los platos queden un día sin fregarse. No soporta una gota de aceite sobre la encimera de la cocina... Vamos, sería el sueño de muchas mujeres. Pero no el mío. Yo soy desordenada, dejada y vaga en casa. De ordenadores, aparatos, internet, de cuentas, de mi trabajo, dádme lo que queráis, soy muy aplicada y perfeccionista. Pero en todo lo que tiene que ver con la casa... Un desastre.

No me gusta fregar los platos, ni barrer, ni limpiar... Siempre voy dejando todo tirado por la casa y luego lo recojo cuando me acuerdo o cuando va a venir alguien de visita... Y para completar el cuadro: tengo dos gatos que sueltan mucho pelo. Y Juan odia los pelos de los gatos.

En mi casa se aguanta, porque es mi casa y hasta soporta que los gatos duerman con nosotros. Pero en la suya... Vamos, que ni hablar. De hecho me he venido unos días y los gatos se han quedado en casa al cuidado de la vecina. Por tanto, ¿cómo carajo vamo a vivir juntos?

Y el caso es que yo lo necesito. Necesito vivir con él, necesito que mi trabajo se estabilice y necesito avanzar, necesito que las cosas cojan rumbo y dejar de estar perdida, suspendida en un "ya veremos qué pasa" que me está deprimiendo cada día más. Necesito estabilidad, una casa, un día a día estable, quedarme embarazada...

No sé... quizás debería volver a ir al psicólogo...

Gracias por leer amigos.

Besos

Comentarios

El amor era esto ha dicho que…
Creo que no necesitas nada de lo que comentas, al menos eso me dice la sicologa a mi, lee esto de otra forma:

QUIERO vivir con él, QUIERO que mi trabajo se estabilice y necesito avanzar, QUIERO que las cosas cojan rumbo y dejar de estar perdida, suspendida en un "ya veremos qué pasa" que me está deprimiendo cada día más. QUIERO estabilidad, una casa, un día a día estable, quedarme embarazada...

Diferencia entre lo que necesitas y lo que quieres, lo quieres es una elección, pesea menos. Y las cosas cambiarán, ya verás, se irá la crisis, y encontrarás otro trabajo, es dificil sentirlo así, pues mi situación es similar.

Sobreviviremos a esto :)

Saludos!

Entradas populares de este blog

Cumpleaños

Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján

Se busca

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco, preferiblemente fibroso, inteligente, con estudios superiores terminados, al que le guste extremadamente el sexo pero sepa ser fiel, que ame la cocina, que le guste limpiar, que no le moleste que su pareja no lo haga, que le gusten los animales, especialmente los gatos, que no tenga pareja y que no tenga miedo a tenerla, para mantener relación estable con una pelirroja, pecosa, bajita, de complexión normal, desastre en el hogar, adicta al trabajo, con estudios superiores y alto nivel de inglés, extremadamente buena en la cama (aunque esté mal decirlo), que adora los gatos y no podría vivir sin el shushi. ¿Algún candidato? Así me va, ¿verdad? jajaja Saludos amigos.

La señal

No sé si el destino existe, ni si existen las señales o los avisos del destino. Pero si existen lo de esta noche, sin duda, lo ha sido. Una señal enorme con luces de neón que reza en grande un mensaje muy claro: PARA. Primero, la romería, y aquel sentimiento de inferioridad, de verme en un lugar en el que no pinto nada y en el que no me apetece estar, con la única cosa en la cabeza de: “en cuanto esto acabe llamo a TS”. Luego su indiferencia al teléfono. Luego, el sentimiento de soledad y de “¿qué hago yo aquí?”. Y cogí el coche, con todo lo que había bebido, y me volví a la ciudad. Pero, en vez de irme a casa a dormir y olvidar, que es siempre la mejor terapia, decidí salir. Y decidí hacerlo con Eusebio y su mujer. Y ya sabía desde que iba saliendo que iba a volver a caer en el desastre. Y lo hice. Me tomé la primera raya de coca. Y ya sabía que esta vez no iba a ser como las caídas anteriores. Lo sabía y aún así no paré. Sabía que esta vez no iba a ser una y me olvidar