Ir al contenido principal

¿Es una opción?

¿Es Richard una opción? Sí, Richard, mi mejor amigo... El que me ha aguantado tantas y tantas veces mis lloros, mis cambios de humor, mis cambios de vida... ¿Es una opción plantearse una relación con tu mejor amigo? ¿Lo es aún sabiendo que no le amas ni le vas a amar nunca? Dios, no lo sé... El caso es que me he acostado con él. Lo llevo haciendo unas semanas. Y funcionamos medianamente bien en la cama, no hay quejas en ese sentido. No será nunca como era estar en los brazos de Juan, ni por supuesto se acercará siquiera de lejos a lo que era sentirme en los brazos de Alberto... Pero, ¿realmente volveré a sentirme así con alguien?

Esta semana, que la he pasado en el pueblo, en mi pueblo, ese que está lleno de recuerdos y de fantasmas, he estado pensando en Alberto, en cómo era cuando me enamoré de él y en cómo soy hoy en día... Y he cambiado tanto desde entonces...

Ya hace diez años que le conocí y me enamoré de él... Por aquel entonces yo era una romántica sin remedio, dispuesta a morir por amor si era necesario. Él no. Él por entonces tenía unos pocos años menos que yo ahora mismo, y tantas decepciones en la maleta como acumulo yo a día de hoy. Y no. No estaba dispuesto a morir por amor... Aunque murió... No sé si por amor o por pena o por mala suerte o porque era el destino... El caso es que murió amándome mientras yo trataba de olvidarle sin suerte.

Hoy echo la vista atrás y me veo a través de sus ojos. Me veo como una niña ingenua e inocente que aún no ha sufrido lo suficiente como para descubrir que el amor es casi imposible de encontrar ... y menos dos veces.

No. No sería capaz hoy en día de volver a amar como entonces. Y lo peor es que no sé si merece la pena esperar por el amor cuando ya se tiene esta sensación, cuando ya sabes que nunca será enteramente intenso, cuando ya te has decepcionado tanto en la vida que no crees que merezcan la pena demasiadas cosas en esta vida.

Y ante este pensamiento... ¿Es la amistad una opción de vida en pareja? Cómodo es, sin duda. Con Richard no hay angustias, ni miedos, ni incertidumbres, ni celos... Obviamente tampoco hay desenfreno ni pasión desbocada, no sería jamás posible aquella intensidad de los 20. No sería posible siquiera la intensidad con la que viví a Juan. Porque con Juan, como con Alberto, tenía que estar continuamente haciendo méritos para ser amada. Mientras, con Richard, no pretendo siquiera ser amada. Me conformo con esta amistad tranquila, con la dedicación que siempre me ha profesado y con las pasiones disfrazadas con sábanas en la oscuridad, que no precisan de rostros ni de belleza.

No sé. No sé si es demasiado pronto para renunciar a aquel amor pasional y enérgico que me movía a los 20 años a cambio de una relación tranquila y duradera, tan llena de silencios como de compañías... Quizás, teniendo en cuenta que lo único que me mueve a día de hoy a mantener una relación es la maternidad, Richard sí pueda ser una opción...

¿Qué opinan?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cumpleaños

Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján

Se busca

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco, preferiblemente fibroso, inteligente, con estudios superiores terminados, al que le guste extremadamente el sexo pero sepa ser fiel, que ame la cocina, que le guste limpiar, que no le moleste que su pareja no lo haga, que le gusten los animales, especialmente los gatos, que no tenga pareja y que no tenga miedo a tenerla, para mantener relación estable con una pelirroja, pecosa, bajita, de complexión normal, desastre en el hogar, adicta al trabajo, con estudios superiores y alto nivel de inglés, extremadamente buena en la cama (aunque esté mal decirlo), que adora los gatos y no podría vivir sin el shushi. ¿Algún candidato? Así me va, ¿verdad? jajaja Saludos amigos.

La señal

No sé si el destino existe, ni si existen las señales o los avisos del destino. Pero si existen lo de esta noche, sin duda, lo ha sido. Una señal enorme con luces de neón que reza en grande un mensaje muy claro: PARA. Primero, la romería, y aquel sentimiento de inferioridad, de verme en un lugar en el que no pinto nada y en el que no me apetece estar, con la única cosa en la cabeza de: “en cuanto esto acabe llamo a TS”. Luego su indiferencia al teléfono. Luego, el sentimiento de soledad y de “¿qué hago yo aquí?”. Y cogí el coche, con todo lo que había bebido, y me volví a la ciudad. Pero, en vez de irme a casa a dormir y olvidar, que es siempre la mejor terapia, decidí salir. Y decidí hacerlo con Eusebio y su mujer. Y ya sabía desde que iba saliendo que iba a volver a caer en el desastre. Y lo hice. Me tomé la primera raya de coca. Y ya sabía que esta vez no iba a ser como las caídas anteriores. Lo sabía y aún así no paré. Sabía que esta vez no iba a ser una y me olvidar