Esto es una bienvenida y lo demás son tonterías, sí señor. Llegué ayer a la ciudad de nuevo. Me apresuré a llegar ayer y no hoy, a pesar de que no trabajo hasta mañana, para asistir a la fiesta que habían organizado los compañeros en la finca de Miriam, en su pueblo. El motivo de la fiesta: que la empresa se va a la mierda. Estaba ilusionada con ver a todos de nuevo, bueno a todos los que no están aún de vacaciones. Juan no estaría entre ellos, pero sí TS y, la verdad, quería ver su reacción al verme y valorar la mía. Lo que no me podía imaginar es que me lo iba a encontrar allí con su maravillosa rubita de ojos azules. Allí estaban los dos, cogiditos de la mano y haciéndose carantoñas durante toda la fiesta. Vomitivo. Y encima él intentando hablar conmigo como si tal cosa, preguntándome que qué tal Portugal y demás chorradas. Tuve que morderme la lengua para no mandarle a la mierda.
La fiesta no estuvo mal. Bebí bastante, eso sí, y hoy tengo un resacón de narices. A punto estuve de venirme a casa con un chico muy guapo que andaba por allí, amigo de Patricia la de diseño. Pero Vicente se empeñó en que le esperara para traerle a la ciudad y pasé del chico. No me acuerdo ni de su nombre, por cierto. La verdad, mejor. Prefiero esperar a que Juan regrese el próximo jueves.
Os preguntaréis qué es eso de que la empresa se va a la mierda. Es el motivo por el que he tratado tanto en escribir a pesar de que hace ya una semana que regresé de Portugal. Tenía que haber cobrado estando allí, sin embargo llegó el día 9 de mes, el penúltimo de mi viaje, y aún no me habían ingresado un euro. Tras mucho insistir con mi jefe conseguí que me ingresaran la mitad, pero la verdad no me dio para pagar el piso, después de que el banco pagara todas las facturas pendientes, y mi ex tuvo que dejarme dinero, no sólo para el viaje, sino también para poder pagarle a mi casera, quien debe haberse llevado una estupenda impresión de mí por haberle pagado a día 12 después de tan sólo un mes desde que alquilé el apartamento.
Un desastre, vamos. Pero no queda ahí la cosa. El jueves dimitió el director general de la compañía. El mismo que le había dado un nuevo impulso a esta empresa hace tan sólo ocho meses, cuando se puso al frente de ella y se trajo a los mejores profesionales del sector de toda la región. El motivo de su salida: el presidente le ha pedido que haga recortes de personal, lo que significa echar a la calle a gente que, en la mayoría de los casos, ha abandonado buenos y estables trabajos por apostar por este proyecto. El director no quiso aceptarlo y decidió dimitir. Y ahora estamos todos histéricos, con la perspectiva de que muchos de nosotros podemos irnos a la calle. Pero, sobre todo, con la certeza de que éste es tan sólo el principio del fin. Cuando en mi profesión una empresa como esta pierde a su director tras tan sólo 6 meses al frente y anuncia recortes, la publicidad es tan negativa que no suele aguantar demasiado tiempo en el mercado.
Con lo cual, estamos ya todos preparando nuestros currículos para intentar buscar algo antes de que llegue el desastre. Algo que no es tan fácil de conseguir, pues no somos precisamente profesionales demasiado solicitados. Habemos muchos y pocos puestos libres. El shock para mí fue tan fuerte que me he tirado dos días en cama con migrañas y ataques de ansiedad. Me da pánico perder todo lo que me ha costado tanto conseguir. He pasado por tantas cosas en el año y medio que llevo en la empresa. He tenido que luchar tanto para llegar a donde estoy, para hacerme un hueco en este mundillo, tener un nombre, una reputación, que me aterra la idea de tener que irme a otro lugar en el que no pueda desarrollar la profesión de este modo, tal y como a mí me gusta… Es difícil de explicarlo sin decir a qué me dedico, pero da igual, yo lo entiendo.
En cualquier caso, ya he empezado a moverme para conseguir otra cosa. Y, ahora sí, estoy dispuesta a irme. No pienso quedarme a ver cómo el barco se hunde porque después puede ser demasiado tarde.
Juan va a hacer lo mismo. Está en Irlanda en estos momentos. El jueves le llamé para contarle, el pobre acababa de llegar a Ámsterdam y creo que se le cayó el alma al suelo al enterarse. Pero tenía que decírselo para que estuviera preparado. Me lo agradeció y esa noche creo que se pegó un buen homenaje a base de hachís. Me mandó un mensaje bastante erótico como consecuencia de ello. Me gustó.
En este mes que llevamos separados no hemos perdido el contacto. Yo le he escrito varios mensajes desde Portugal y él a mí, antes y después de irse de interrail por Europa. Justo la noche antes de salir yo hacia Portugal tuvimos una larga conversación telefónica. No recuerdo exactamente todo lo que hablamos, que fue bastante, pero sí recuerdo que le dije que me gustaba mucho más cuando se abría, cuando me dejaba ver un poco su corazón, y que él me contestó que le daba miedo abrirse porque la última vez que lo hizo, con la chica con la que estaba, la acabó perdiendo. No pude enterarme de por qué piensa que fue ése el motivo de que aquello se terminara, pero espero que me lo cuente pronto.
También hablamos de los límites de nuestra relación, o al menos tratamos de hablar de ellos. Él me dijo que yo había puesto muy claramente los límites la noche que nos acostamos por primera vez y que él estaba de acuerdo con ellos. Yo no le dije que quizás ahora esté dispuesta a cambiar esos límites, porque me da miedo asustarle y que entonces deje de haber límites que poner. Prefiero dejar que las cosas pasen solas y ver cómo evoluciona esta relación cuando él vuelva. Espero, esta vez, ser capaz de demostrar mis sentimientos sin que eso signifique volver a quedarme sola.
En cuanto al viaje a Portugal, he de decir que fue maravilloso. Es un país preciso. Hicimos
En cuanto a mi ex, con el que hice el viaje, me sirvió para darme cuenta, o más bien, para reafirmarme en la certeza de que es y siempre será mi mejor amigo. Cualquiera que nos hubiera visto paseando por allí, agarrados de la mano, abrazados, haciéndonos monerías, habría pensado sin duda que somos pareja. Sin embargo, no hubo ni un solo acercamiento sexual en los 10 días que pasamos juntos, a pesar de haber dormido juntos cada noche en una caseta de no más de dos metros cuadrados. ¿Por qué? Porque a ninguno de los dos nos apeteció. Nos apetecía abrasarnos, darnos algún que otro besito en los labios, pero nada más. Nos queremos, muchísimo, pero no con un amor pasional o sexual, sino más bien con el amor fraternal que se le tiene a los amigos. Creo que ya está todo totalmente claro.
Y bueno, mañana empiezo de nuevo a trabajar. Con pocas ganas, la verdad, sobre todo tal y cómo están las cosas. Pero no queda otro remedio. Habría querido hoy ponerme a arreglar esta casa, que durante mis vacaciones han venido los pintores y la han dejado hecha un desastre, pero lo cierto es que me he tirado todo el día durmiendo y no he tenido la menor gana de mover un solo dedo. Así que me tocará irlo haciendo poco a poco durante la semana. Eso sí, quiero hacerlo, quiero conseguir que este apartamento parezca un verdadero hogar, porque quiero que lo sea, pase lo que pase con este trabajo. No me quiero ir de aquí. Ésta es la ciudad con la que siempre soñé para mi vida y no me pienso ir de ella, pase lo que pase. Lo tengo muy claro. Mi sitio está aquí con éste o con cualquier otro trabajo. Ni loca voy a volver ni a mi provincia, ni a mi pueblo, ni a ninguna de las ciudades en las que he vivido hasta ahora. Y tener una casa estable me ayudará a reafirmarme en esa decisión.
Ya os iré contando lo que siga pasando.
Muchas gracias por vuestra paciencia.
Besitos.
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