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¡Me tiré a Juan!

Dios, estoy muy loca. Lo sé. Salía de la oficina y Juan dijo que también se iba. Le dije bromeando que si me invitaba a cenar y me dijo que sí, que a dónde. Le contesté que a un japonés, pensando que diría que no y me dijo que vale. Y allá que nos fuimos. Cena japonesa con vino blanco y largas conversaciones. Y tras botella y media de vino... "¿Compramos una botella de ron y terminamos la charla en mi casa?" (Sí, soy un pendón). "Hecho".

Lo peor es que de camino a casa nos encontramos con mi jefe y nos vió la botella de ron en una bolsa...

Ya en casa cayeron un par de copas sentados en el sofá viejo de mi casa nueva. En un momento dado, no sé cómo, acabó sentado en mis rodillas. Y, mientras le contaba mi teoría sobre el color beig de las películas de Woody Allen, se avalanzó sobre mí y me besó.

No os imagináis lo raro que es hacer el amor en una cama hinchable...

Por la mañana salimos de casa y cada uno tiró por su lado.

Hoy, al llegar, TS me preguntó que qué había hecho anoche al final. "Nada, me fui a casa", contesté. Y me miró con mirada socarrona de incredulidad. "Vale, miento, me fui a cenar". "¿Con quién?". "Con alguien". "Aum". "Tenía ganas de japonés y ya que tú no me invitaste a cenar, encontré quién lo hiciera". Y otra mirada socarrona.

Me acerqué al containe de la basura para tirar el cigarro y cuando me di la vuelta había entrado en el portal. Entré y me esperaba de tras de la puerta. Me hizo cosquillas en la cintura y me volvió a preguntar. "¿Con quién?". "Con alguien, qué más da". Y subimos. "¿Y esta noche? ¿Fanjul?". "Ya veremos, pero creo que tengo competencia y ya sabes que a mí no me gusta competir". "No sé yo". "¿Me has visto competir alguna vez?". "Alguna vez". "Mentira". "Alguna vez". "Vete por ahí".

Aún no se ha percatado del moretón que traigo en el cuello... Veremos si lo ve...

Comentarios

Ami ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Judi Puerto ha dicho que…
Dios!! Menos mal que existes!!! Se me había olvidado!!!

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Cumpleaños

Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján

Se busca

Se busca hombre de entre 29 y 35 años, no demasiado alto ni demasiado bajo, preferiblemente moreno, agraciado, ni muy gordo ni muy flaco, preferiblemente fibroso, inteligente, con estudios superiores terminados, al que le guste extremadamente el sexo pero sepa ser fiel, que ame la cocina, que le guste limpiar, que no le moleste que su pareja no lo haga, que le gusten los animales, especialmente los gatos, que no tenga pareja y que no tenga miedo a tenerla, para mantener relación estable con una pelirroja, pecosa, bajita, de complexión normal, desastre en el hogar, adicta al trabajo, con estudios superiores y alto nivel de inglés, extremadamente buena en la cama (aunque esté mal decirlo), que adora los gatos y no podría vivir sin el shushi. ¿Algún candidato? Así me va, ¿verdad? jajaja Saludos amigos.

La señal

No sé si el destino existe, ni si existen las señales o los avisos del destino. Pero si existen lo de esta noche, sin duda, lo ha sido. Una señal enorme con luces de neón que reza en grande un mensaje muy claro: PARA. Primero, la romería, y aquel sentimiento de inferioridad, de verme en un lugar en el que no pinto nada y en el que no me apetece estar, con la única cosa en la cabeza de: “en cuanto esto acabe llamo a TS”. Luego su indiferencia al teléfono. Luego, el sentimiento de soledad y de “¿qué hago yo aquí?”. Y cogí el coche, con todo lo que había bebido, y me volví a la ciudad. Pero, en vez de irme a casa a dormir y olvidar, que es siempre la mejor terapia, decidí salir. Y decidí hacerlo con Eusebio y su mujer. Y ya sabía desde que iba saliendo que iba a volver a caer en el desastre. Y lo hice. Me tomé la primera raya de coca. Y ya sabía que esta vez no iba a ser como las caídas anteriores. Lo sabía y aún así no paré. Sabía que esta vez no iba a ser una y me olvidar