No se imuta. Me río con otro, hago chistes subidos de tono con otros como los que antes hacía con él y le excluyo. No lo hago a propósito, yo soy así, pero me fijo en su reacción y ni se inmuta. ¿Tan poco me ha echado de menos? ¿Tan poca huella he dejado en él? ¿Dónde está el TS que me llamaba a las dos de la madrugada para decirme lo bonitas que eran las estrellas en su pueblo? ¿Dónde está el que no paraba de decirme piropos en toda la tarde? Me siento tan poca cosa en este momento...
Mañana de cumpleaños. ¿Qué he hecho? Levantarme a toda prisa detrás de Juan. Preparar dos tazas de café. Poner al fuego unos macarrones para que se los llevara en un tapper. Desayunar con él… Parecemos una pareja y todo. Sin embargo, no lo somos. Sigue dejándome claro que yo no soy la mujer de su vida. Que no soy lo que busca. Y yo simplemente me aguanto y me conformo con tenerle al menos de momento. Anoche dormí fatal. Probablemente porque me fui a la cama cabreada después de que Juan reconociera que le gusta Nora. ¡Le gusta Nora! Siempre ha hablado bastante mal de ella, de su prepotencia, de su extrema independencia… Ahora me doy cuenta, era despecho. Dice que “Nora no es una opción”, pero yo sé que, si no lo es, es porque ella no quiere. Estoy empezando a cansarme de que me destroce la autoestima, de sentir que no soy suficiente para él. Me recuerda Alberto. O peor, incluso. No es sano que me levante así el día de mi cumpleaños, mirándome con lupa en el espejo y acongoján
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