Esto de estar a 2.000 kilómetros de distancia, de nuevo en esta sobria y señorial ciudad, me está haciendo sentir de un modo muy extraño. Ya sólo quedan un par de días para volver. El próximo viernes estaré aterrizando en mi adorada ciudad con mar. Sin embargo, tengo la extraña (y quizás estúpida) sensación de que a mi vuelta tampoco va a ser nada como antes...
Es una tontería pensar así, cuando tan sólo habré estado fuera dos semanas. Pero, me siento tan ridícula. No sé por qué me ha invadido este sentimiento de ridiculez absoluta, pero lo cierto es que así me siento: ridícula. El hecho de no haber desconectado casi ningún día del trabajo, de haber llamado continuamente o de haberme conectado por el skype con la oficina cada dos por tres, me hace sentir ahora como una idiota. No puedo quitarme de la cabeza la idea de que deben haberse dado cuenta de que no tengo más vida que esas cuatro paredes, de que todo mi mundo gira alrededor de mi trabajo, mis compañeros de trabajo, los amigos y enemigos de la competencia...
¿Pensarán que no tengo vida propia? Si es así puede que estén en lo cierto, si es que por vida propia hay que considerar irremediablemente a aquella que haces al margen de tu trabajo. Yo no tengo de esa. También porque no he querido tenerla. Durante los últimos meses mi nueva vida me ha entusiasmado tanto que he dejado de lado todo lo demás: mis amigos de siempre, mi familia, mi tierra... Hasta aquella segunda y prolifera vida que me había inventado en Second Life ha pasado a la historia después de meses sin poner un pie virtual en el grid de Rosedalle.
¿Es tan malo eso? Para mí, hasta el momento no lo ha sido. En realidad creo que nunca me había sentido tan plena, con una vida tan completa como hasta ahora. Sin embargo, estos quince días fuera siendo incapaz de adaptarme a nada ya que no sea aquello, me hacen pensar en que quizás debería poner un poco de distancia. Quizás debería viajar más a mi tierra, llamar más a mis amigos de siempre a los que hace meses que no les doy una señal de vida, ir más a ver a mi madre...
Sí, supongo que es hora de abrir un poco las posibilidades o si no acabaré perdiendo la perspectiva de quien soy. Un hombre está muerto sin su historia y la mía la estoy dejando enterrada bajo toneladas de periódicos. El próximo fin de semana que tenga libre me voy a mi pueblo y ya me las arreglaré con el dinero.
Y, ahora, a dormir... A ver si puedo con el calor infernal que reina en esta infernal ciudad.
Nos seguimos leyendo.
Es una tontería pensar así, cuando tan sólo habré estado fuera dos semanas. Pero, me siento tan ridícula. No sé por qué me ha invadido este sentimiento de ridiculez absoluta, pero lo cierto es que así me siento: ridícula. El hecho de no haber desconectado casi ningún día del trabajo, de haber llamado continuamente o de haberme conectado por el skype con la oficina cada dos por tres, me hace sentir ahora como una idiota. No puedo quitarme de la cabeza la idea de que deben haberse dado cuenta de que no tengo más vida que esas cuatro paredes, de que todo mi mundo gira alrededor de mi trabajo, mis compañeros de trabajo, los amigos y enemigos de la competencia...
¿Pensarán que no tengo vida propia? Si es así puede que estén en lo cierto, si es que por vida propia hay que considerar irremediablemente a aquella que haces al margen de tu trabajo. Yo no tengo de esa. También porque no he querido tenerla. Durante los últimos meses mi nueva vida me ha entusiasmado tanto que he dejado de lado todo lo demás: mis amigos de siempre, mi familia, mi tierra... Hasta aquella segunda y prolifera vida que me había inventado en Second Life ha pasado a la historia después de meses sin poner un pie virtual en el grid de Rosedalle.
¿Es tan malo eso? Para mí, hasta el momento no lo ha sido. En realidad creo que nunca me había sentido tan plena, con una vida tan completa como hasta ahora. Sin embargo, estos quince días fuera siendo incapaz de adaptarme a nada ya que no sea aquello, me hacen pensar en que quizás debería poner un poco de distancia. Quizás debería viajar más a mi tierra, llamar más a mis amigos de siempre a los que hace meses que no les doy una señal de vida, ir más a ver a mi madre...
Sí, supongo que es hora de abrir un poco las posibilidades o si no acabaré perdiendo la perspectiva de quien soy. Un hombre está muerto sin su historia y la mía la estoy dejando enterrada bajo toneladas de periódicos. El próximo fin de semana que tenga libre me voy a mi pueblo y ya me las arreglaré con el dinero.
Y, ahora, a dormir... A ver si puedo con el calor infernal que reina en esta infernal ciudad.
Nos seguimos leyendo.
Comentarios