¿Cómo me he podido dejar arrastrar de esta manera? Pero, claro, ¿quién me iba a decir a mí que me iba a encontrar con esto? ¿Quién me iba a decir a mí que TS iba a ser justo de la cuarta raza? Sí, justo, la más desalentadoramente imposible de todas. Y para colmo es un especimen 3/4A-4C de la cuarta raza, la fórmula perfecta para volverme loca y perder el corazón en el camino.
No entendéis nada, ¿verdad? Me explico. En el mundo existen tres razas habituales de hombre para mi edad: 1. Los casados infieles 2. Los novios infieles (en realidad podrían incluirse en la misma categoría, pero tienen sus matices, créanme, los segundos suelen ser más depravados que los primeros aunque no lo creáis) y 3. Los tarados (léase por tarados todos los feos, bajitos, simples, engreídos, o locos de remate -estos últimos son los más abundantes de esta raza-).
Luego, en menor abundancia están la cuarta y la quinta raza (ordenadas por número de especímenes vivos). TS pertenece a la cuarta, también conocida como Wrong Moment: los solteros, guapos y cuerdos con los que "no es el momento". Encontrarlos es raro, pero existen. Se trata de ese tipo de hombre perfecto, con el que te entiendes, con el que te gusta estar, hablar, salir, reír, todo. Un tipo de hombre que además se encuentra medianamente en sus cabales (teniendo en cuenta lo que pulula por la calle, claro está), que te atrae físicamente y que, encima, te hace caso. Sin embargo, no es el momento. Ese "no es el momento" puede ser por diferentes motivos, de los cuales no se le puede culpar pues no siempre sucede que no sea el momento para él, puede no serlo para ti. En el caso de TS no lo es para él y ya lo he explicado: acaba de salir de una relación larga de convivencia y, obviamente, lo menos que se le va a ocurrir es meterse en otra. Loco estaría si lo hiciese (y pasaría de estar en la cuarta a estar en la tercera raza).
Finalmente, la quinta raza es exactamente igual que la cuarta, pero sí es el momento. Sus especímenes están en peligro de extinción y son tan escasos que habemos algunas que nunca hemos visto un ejemplar auténtico.
Pero, volviendo a TS, lo peor de todo es que no sólo pertenece a la cuarta raza. No. Para terminar de rematarme, es justo un especimen 3/4A-4C, esto es, tres cuartos de arena-cuatro de cal. Es un claro ejemplo del hombre que te mantiene a distancia, se escabulle, da largas, te ignora y, justo en el momento en el que te hartas y dices "paso", se acerca con un verso en los labios o una flor en la mano que te deja volando sobre las nubes. Entonces se te pasa, estás dispuesta a caer rendida a sus pies, y vuelve a empezar el ciclo.
¿Desesperante? Sí. Mucho. Pero, además peligroso. Muy muy peligroso para mí. ¿Por qué? Pues porque el especimen 3/4A-4C, es justo la pieza que encaja con mayor exactitud en los huecos de mi perturbada cabecita. ¿Masoquismo? No lo sé. La psicóloga que me trató de mis "manías" lo enmarca simplemente dentro de mis canones de conducta adquiridos. Esto es, el tan famoso complejo de Edipo.
Sí, yo aprendí a amar a un padre con el cual tenía que estar continuamente luchando para que me quisiera. Un 3/4A-4C de manual. Un hombre para el que nada era suficiente y que me daba más cal que arena pasara lo que pasara.
¿Por qué me meto entonces en una historia con él sabiendo lo peligroso que puede resultar para mi frágil y con tanto esfuerzo alcanzada estabilidad e independencia? Pues, ¡porque no lo sabía! Para mí iba a ser tan sólo un entretenimiento, os lo aseguro. No pensé jamás que podía llegar a ver en él nada más allá del joven colega-amante sin compromisos con el que pasar un buen rato.
Pero, después del sexo vinieron las largas conversaciones, como la de la otra noche por el Gtalk, descubrir su atractivo y rebuscado lenguaje, digno de las mejores novelas de Óscar Wilde, su mente lúcida, su ironía, su peculiar forma de ver el mundo, su pasión por las conversaciones en las que pesan más la retórica que los argumentos... Su mundo. Su especial mundo. Y me gustó.
Y luego vino el día de hoy (ya ayer) y que me dé una punzada en el estómago al pensar que anoche estuvo con alguien. Y su jugueteo conmigo como si yo fuera un ovillo de lana y el un hábil gato. Su manera de llevarme justo al borde de la lágrima para al segundo siguiente sacarme una sonrisa... Me ha desarmado. No sé cómo pude permitirlo, pero me ha desarmado.
De decirme que no había dormido en casa pasó a asegurar que lo había hecho en el pueblo de sus padres, para horas más tarde soltar que había visto anoche a su amiguita la guapita de ojitos azules. Entonces me vio la cara, que ya debía ser un mapa. Me salía humo por las orejas. Y vino a mi puesto a intentar abrazarme. Le dije que dejara y me levanté. Pero siguió insistiendo hasta que consiguió llevarme a la calle a fumar un cigarro para hablar justo antes de irse. Allí me aseguró que no había pasado nada con ella, que sólo le gusta verme la cara. Luego me promete llamarme para vernos luego, cuando volviese de su pueblo.
Cuando acabé de trabajar le llamé a ver en qué quedaba su oferta y me contestó que estaba aún en la ciudad y que se tenía que ir a su pueblo, que lo pospusiéramos para mañana. Mi voz seca. Su voz melosa y un "mañana te invito a cenar". No consiguió que se me pasara el mal sabor de boca, el inicio de angustia en mi estómago, la tristeza que se me instaló detrás de los párpados, pero sí logró dejarme en vilo. En vilo un día más. Demasiado pendiente, demasiado a la espera de lo que pase mañana...
¿Cómo me he metido en esto?
Lo peor es que sé que debería cortarlo. Sé que un acercamiento más y me tendrá enganchada. Y que va a acabar mal, que es un compañero de trabajo, que no puedo permitirme estas cosas con alguien tan cercano. Pero aún así me siento incapaz de decirle que no a esa cena de mañana. Y me veo más preocupada porque finalmente no se produzca que por mi incapacidad para rechazarla...
¿Asustada? Sí, bastante. Pero igual de arriesgada, impulsiva e inconsciente que siempre, sé que seguiré dejándome llevar por la marea como llevo haciendo casi toda mi vida...
Os seguiré contando.
No entendéis nada, ¿verdad? Me explico. En el mundo existen tres razas habituales de hombre para mi edad: 1. Los casados infieles 2. Los novios infieles (en realidad podrían incluirse en la misma categoría, pero tienen sus matices, créanme, los segundos suelen ser más depravados que los primeros aunque no lo creáis) y 3. Los tarados (léase por tarados todos los feos, bajitos, simples, engreídos, o locos de remate -estos últimos son los más abundantes de esta raza-).
Luego, en menor abundancia están la cuarta y la quinta raza (ordenadas por número de especímenes vivos). TS pertenece a la cuarta, también conocida como Wrong Moment: los solteros, guapos y cuerdos con los que "no es el momento". Encontrarlos es raro, pero existen. Se trata de ese tipo de hombre perfecto, con el que te entiendes, con el que te gusta estar, hablar, salir, reír, todo. Un tipo de hombre que además se encuentra medianamente en sus cabales (teniendo en cuenta lo que pulula por la calle, claro está), que te atrae físicamente y que, encima, te hace caso. Sin embargo, no es el momento. Ese "no es el momento" puede ser por diferentes motivos, de los cuales no se le puede culpar pues no siempre sucede que no sea el momento para él, puede no serlo para ti. En el caso de TS no lo es para él y ya lo he explicado: acaba de salir de una relación larga de convivencia y, obviamente, lo menos que se le va a ocurrir es meterse en otra. Loco estaría si lo hiciese (y pasaría de estar en la cuarta a estar en la tercera raza).
Finalmente, la quinta raza es exactamente igual que la cuarta, pero sí es el momento. Sus especímenes están en peligro de extinción y son tan escasos que habemos algunas que nunca hemos visto un ejemplar auténtico.
Pero, volviendo a TS, lo peor de todo es que no sólo pertenece a la cuarta raza. No. Para terminar de rematarme, es justo un especimen 3/4A-4C, esto es, tres cuartos de arena-cuatro de cal. Es un claro ejemplo del hombre que te mantiene a distancia, se escabulle, da largas, te ignora y, justo en el momento en el que te hartas y dices "paso", se acerca con un verso en los labios o una flor en la mano que te deja volando sobre las nubes. Entonces se te pasa, estás dispuesta a caer rendida a sus pies, y vuelve a empezar el ciclo.
¿Desesperante? Sí. Mucho. Pero, además peligroso. Muy muy peligroso para mí. ¿Por qué? Pues porque el especimen 3/4A-4C, es justo la pieza que encaja con mayor exactitud en los huecos de mi perturbada cabecita. ¿Masoquismo? No lo sé. La psicóloga que me trató de mis "manías" lo enmarca simplemente dentro de mis canones de conducta adquiridos. Esto es, el tan famoso complejo de Edipo.
Sí, yo aprendí a amar a un padre con el cual tenía que estar continuamente luchando para que me quisiera. Un 3/4A-4C de manual. Un hombre para el que nada era suficiente y que me daba más cal que arena pasara lo que pasara.
¿Por qué me meto entonces en una historia con él sabiendo lo peligroso que puede resultar para mi frágil y con tanto esfuerzo alcanzada estabilidad e independencia? Pues, ¡porque no lo sabía! Para mí iba a ser tan sólo un entretenimiento, os lo aseguro. No pensé jamás que podía llegar a ver en él nada más allá del joven colega-amante sin compromisos con el que pasar un buen rato.
Pero, después del sexo vinieron las largas conversaciones, como la de la otra noche por el Gtalk, descubrir su atractivo y rebuscado lenguaje, digno de las mejores novelas de Óscar Wilde, su mente lúcida, su ironía, su peculiar forma de ver el mundo, su pasión por las conversaciones en las que pesan más la retórica que los argumentos... Su mundo. Su especial mundo. Y me gustó.
Y luego vino el día de hoy (ya ayer) y que me dé una punzada en el estómago al pensar que anoche estuvo con alguien. Y su jugueteo conmigo como si yo fuera un ovillo de lana y el un hábil gato. Su manera de llevarme justo al borde de la lágrima para al segundo siguiente sacarme una sonrisa... Me ha desarmado. No sé cómo pude permitirlo, pero me ha desarmado.
De decirme que no había dormido en casa pasó a asegurar que lo había hecho en el pueblo de sus padres, para horas más tarde soltar que había visto anoche a su amiguita la guapita de ojitos azules. Entonces me vio la cara, que ya debía ser un mapa. Me salía humo por las orejas. Y vino a mi puesto a intentar abrazarme. Le dije que dejara y me levanté. Pero siguió insistiendo hasta que consiguió llevarme a la calle a fumar un cigarro para hablar justo antes de irse. Allí me aseguró que no había pasado nada con ella, que sólo le gusta verme la cara. Luego me promete llamarme para vernos luego, cuando volviese de su pueblo.
Cuando acabé de trabajar le llamé a ver en qué quedaba su oferta y me contestó que estaba aún en la ciudad y que se tenía que ir a su pueblo, que lo pospusiéramos para mañana. Mi voz seca. Su voz melosa y un "mañana te invito a cenar". No consiguió que se me pasara el mal sabor de boca, el inicio de angustia en mi estómago, la tristeza que se me instaló detrás de los párpados, pero sí logró dejarme en vilo. En vilo un día más. Demasiado pendiente, demasiado a la espera de lo que pase mañana...
¿Cómo me he metido en esto?
Lo peor es que sé que debería cortarlo. Sé que un acercamiento más y me tendrá enganchada. Y que va a acabar mal, que es un compañero de trabajo, que no puedo permitirme estas cosas con alguien tan cercano. Pero aún así me siento incapaz de decirle que no a esa cena de mañana. Y me veo más preocupada porque finalmente no se produzca que por mi incapacidad para rechazarla...
¿Asustada? Sí, bastante. Pero igual de arriesgada, impulsiva e inconsciente que siempre, sé que seguiré dejándome llevar por la marea como llevo haciendo casi toda mi vida...
Os seguiré contando.
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