Me voy. Gracias al cielo que me voy. Necesito irme. Lo cierto es que todo esto ha ocurrido en el mejor momento posible. ¡Qué duro sería tener que ir a trabajar mañana después de todo lo ocurrido este fin de semana! ¡Cómo ha conseguido decepcionarme!
¿Qué le costaba tomarse un café conmigo ayer? ¿Qué le costaba llamarme para tener una charla o llevarme hoy al aeropuerto? No. Él ha preferido esconderse, huir de cualquier conversación que pueda poner en el brete a su conciencia. Ha preferido poner en peligro nuestra amistad.
Ahora me voy y así van a quedar las cosas, con este mal sabor de boca. Y sé que a mi vuelta ya nada volverá a ser lo mismo. Porque yo ya no puedo aceptar que sea lo mismo. Todo podía haber quedado en una pequeña decepción fruto de mi inconsciencia o de mi vulnerabilidad. Podía haber quedado en que la culpa es mía por enamorarme a destiempo de quien no debo, a pesar de haber tenido claro desde el principio su posición y su postura.
Habría quedado así si ayer cuando le dije que tomáramos algo para charlar, hubiera accedido. Entonces le habría explicado cómo mis sentimientos se habían colocado en mi contra, como se me había escapado de las manos nuestra historia, cómo sin querer me había dado cuenta de que me dolía la simple idea de imaginarle con otra, cuanto más verle.
Se lo habría explicado y le habría pedido disculpas por perturbar su momento de reencuentro con la libertad. Se lo habría explicado y le habría pedido que pusiéramos espacio, que dejáramos que poco a poco regresara el buen rollo y aquella amistad y compañerismo que nos unió.
Pero no quiso. Y en lugar de eso se presentó en el bar de siempre con ella, compartiendo miradas de complicidad. Y se fue. Con ella y con sus amigos.
Y hoy sólo ha reaccionado para llevarme al aeropuerto cuando le he mandado un mensaje diciéndole que me había decepcionado. Entonces ha llamado para decirme que me lleva. Pero ya me había decepcionado. Ya me ha decepcionado y contra esa decepción no cabe solución alguna. Sólo el tiempo y el olvido. Sólo dejar que el tiempo normalice para dejar de sentir punzadas en el estómago por todo lo ocurrido.
¡Qué pena! ¡Qué decepción! ¡Qué forma de perder una bonita amistad!
¿Qué le costaba tomarse un café conmigo ayer? ¿Qué le costaba llamarme para tener una charla o llevarme hoy al aeropuerto? No. Él ha preferido esconderse, huir de cualquier conversación que pueda poner en el brete a su conciencia. Ha preferido poner en peligro nuestra amistad.
Ahora me voy y así van a quedar las cosas, con este mal sabor de boca. Y sé que a mi vuelta ya nada volverá a ser lo mismo. Porque yo ya no puedo aceptar que sea lo mismo. Todo podía haber quedado en una pequeña decepción fruto de mi inconsciencia o de mi vulnerabilidad. Podía haber quedado en que la culpa es mía por enamorarme a destiempo de quien no debo, a pesar de haber tenido claro desde el principio su posición y su postura.
Habría quedado así si ayer cuando le dije que tomáramos algo para charlar, hubiera accedido. Entonces le habría explicado cómo mis sentimientos se habían colocado en mi contra, como se me había escapado de las manos nuestra historia, cómo sin querer me había dado cuenta de que me dolía la simple idea de imaginarle con otra, cuanto más verle.
Se lo habría explicado y le habría pedido disculpas por perturbar su momento de reencuentro con la libertad. Se lo habría explicado y le habría pedido que pusiéramos espacio, que dejáramos que poco a poco regresara el buen rollo y aquella amistad y compañerismo que nos unió.
Pero no quiso. Y en lugar de eso se presentó en el bar de siempre con ella, compartiendo miradas de complicidad. Y se fue. Con ella y con sus amigos.
Y hoy sólo ha reaccionado para llevarme al aeropuerto cuando le he mandado un mensaje diciéndole que me había decepcionado. Entonces ha llamado para decirme que me lleva. Pero ya me había decepcionado. Ya me ha decepcionado y contra esa decepción no cabe solución alguna. Sólo el tiempo y el olvido. Sólo dejar que el tiempo normalice para dejar de sentir punzadas en el estómago por todo lo ocurrido.
¡Qué pena! ¡Qué decepción! ¡Qué forma de perder una bonita amistad!
Comentarios