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Ser o no ser

La verdad, no sé de qué me quejo. Me ha dado por pensarlo ahora. Cuando era pequeña siempre soñaba con ser una mujer independiente. Miraba a mi tía, la médico, y soñaba con ser como ella: tener mi propio apartamento, mi coche, mi vida. Tener muchos amigos, viajar mucho, vivir sola.

Luego con los años le entran a una, quién sabe por qué, los fantasmitas en la cabeza de "te vas a quedar sola", "nunca vas a tener hijos", "¿Qué pasará cuando seas vieja?"... Y se empeña una en enamorarse...

Sí, que a veces pasa solo. Pero cuando no pasa nos sentimos raras también porque no pasa. Miramos a nuestro alrededor y nos vienen de nuevo todas esas falacias que de niña escuchaba cuando decía que quería ser como mi tía...

Muchos años de habladurías acabaron por fijar como si de una realidad se tratase la condición sexual de mi tía. "Lesbiana", escuchaba decir a mi padre con desprecio cada vez que tenía alguna bronca con su hermana...

Yo crecí convencida de que, ciertamente, mi tía era lesbiana.

Hace unos años, unos pocos ya, me fui a vivir con ella para acabar la carrera. Con ella y con la que siempre me dijeron que era su novia. Cuando hacía las maletas para ir, pasé hasta por el miedo de pensar que podía volverme como ella... "Oh! Cielos! A ver si me voy a volver lesbiana. O a ver si me van a mirar desnuda..."

Sí. Tópicos retrógrados que se le quedan a una en la cabeza y que aún no se habían disipado a aquella tierna edad.

Los tres años que pasé con mis tías (ahora las llamo tías a las dos) me sirvieron de sobra para darme cuenta de que no son lesbianas ninguna de las dos. Sólo son inteligentes, felices, independientes. Aprendieron a vivir sus vidas solas. Por circunstancias, o porque así lo decidieron. Y durante algunos períodos de sus vidas, como las buenas y grandes amigas que son, prefirieron vivir su independencia en compañía la una de la otra. Así se contaban sus aventuras con hombres, salían juntas a divertirse y seguían manteniendo su libertad.

Hoy miro a mis tías, ya con los primeros achaques de la edad. Han decidido volver a vivir juntas después de muchos años para emprender el camino de la jubilación. Y, la verdad, tampoco es tan trágico. Sí, con sus dolores, los mismos que tendrían si se hubieran casado. Pero igual que siempre andan: felices, libres, independientes.

Del mismo modo, hoy, me miro a mí misma y no puedo evitar ver parte de lo que de pequeña añoré de mi tía. Sola, independiente, con muchos amigos, un maravilloso trabajo, la libertad de ser la única que decide sobre mí misma. Y, ¿sabéis qué? Cuando miro todo eso en mí misma me dan ganas de reírme, de reírme mucho de todos los miedos y los fantasmas que aún me perturban. Cuando miro todo eso en mí misma, descubro que mis momentos oscuros, los últimos vividos por algún que otro hombre, respondían únicamente a la machacante lección durante años recibida: "te vas a quedar sola", "nunca vas a tener hijos", "¿Qué pasará cuando seas vieja?"...

Y entonces respondo: "¿y por qué no?", "nunca se sabe", "el tiempo dirá".

De mí también piensan y murmullan algunos un poco que soy lesbiana... jeje

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola, buena moza. Creo que deberías de aclararte las ideas un poquito. jejeje. O sea, que vas con hombres por no estar sola o por qué te gustan, o ambas cosas? Además, qué hay de malo en ser sexualmente lo que a uno le apetece? En cualquier caso pueden ser dos cosas distintas. Una el amor y otra querer compartir una vida, el piso, la cocina y hasta el cuarto de baño. Que además del cariño necesario para compartir, hay amor y te tiene en palmitas y te da media docena de niños, pues, de abutem. Jajajaja.O, tal vez no. ¡Es qué la vida es muy complicaaaaaaaaaaa! Muchos besos.
Judi Puerto ha dicho que…
Tú lo has dicho... muuuuuuuy complicada ;)

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