"No te veo poniéndote tonta a ti, ¡eh! Tú, tan autosuficiente, tan resolutiva... No te veo". Eso me dijo. Aún estoy en estado de shock. Pues va a ser verdad que uno consigue que los demás te vean como quieres que te vean. ¿O es que acaso es cierto que soy autosuficiente y resolutiva? Es, sin duda, lo que me gustaría ser. Pero es difícil verse a una misma de ese modo. Yo aún tiendo a verme débil, dependiente, mimosa...
Supongo que en la mezcla de ambas caras se encuentra la verdadera Judi. Una Judi que arrastra en la memoria sus períodos de dependencia y debilidad, que sigue siendo la mimosa de siempre, pero que se esfuerza día a día por su autosuficiencia y por ser resolutiva. Ninguno somos una sola cosa, ni somos siempre del mismo modo. No existen las definiciones absolutas para la personalidad.
Aún así me sorprendió su comentario. ¿Tan extraño le parece que me ponga un poco tonta por teléfono después de haber pasado toda la noche y parte del día haciendo el amor? Cierto era que vernos ahora en mi casa otra vez habría sido excesivo, que la cosa es lo que es y los dos lo tenemos muy claro. Pero no veo tan extraño que me moleste un poco que me diga que se va a casa de su amiga la guapita de ojos azules con la que sé que tendría un affair si le surgiese la ocasión.
Molestarme, tanto tanto como molestarme, no es que me moleste exactamente, no. Pero no es que me haga gracia. Y no por celos en sí, no. Es más bien por vanidad. Sí, vanidad pura y dura. El ansia de ser siempre la mejor, la única. Aunque tampoco creo que sea tan extraño eso. No conozco una mujer que no quiera ser el centro de atención de todos los hombres. Creo que forma parte de nuestra naturaleza. Y si ese hombre te despierta ciertas inquietudes, apetencias o deseos, con más motivos puede molestarte que no seas tú su único objeto de pasión, aunque seas consciente de que él tampoco lo es para ti.
Lo dicho. Cuestión de vanidad, supongo.
Pero, ¡ay! ¡Qué maravilloso día de sexo intensivo! No creo que haya mejor terapia para el estrés.
Supongo que en la mezcla de ambas caras se encuentra la verdadera Judi. Una Judi que arrastra en la memoria sus períodos de dependencia y debilidad, que sigue siendo la mimosa de siempre, pero que se esfuerza día a día por su autosuficiencia y por ser resolutiva. Ninguno somos una sola cosa, ni somos siempre del mismo modo. No existen las definiciones absolutas para la personalidad.
Aún así me sorprendió su comentario. ¿Tan extraño le parece que me ponga un poco tonta por teléfono después de haber pasado toda la noche y parte del día haciendo el amor? Cierto era que vernos ahora en mi casa otra vez habría sido excesivo, que la cosa es lo que es y los dos lo tenemos muy claro. Pero no veo tan extraño que me moleste un poco que me diga que se va a casa de su amiga la guapita de ojos azules con la que sé que tendría un affair si le surgiese la ocasión.
Molestarme, tanto tanto como molestarme, no es que me moleste exactamente, no. Pero no es que me haga gracia. Y no por celos en sí, no. Es más bien por vanidad. Sí, vanidad pura y dura. El ansia de ser siempre la mejor, la única. Aunque tampoco creo que sea tan extraño eso. No conozco una mujer que no quiera ser el centro de atención de todos los hombres. Creo que forma parte de nuestra naturaleza. Y si ese hombre te despierta ciertas inquietudes, apetencias o deseos, con más motivos puede molestarte que no seas tú su único objeto de pasión, aunque seas consciente de que él tampoco lo es para ti.
Lo dicho. Cuestión de vanidad, supongo.
Pero, ¡ay! ¡Qué maravilloso día de sexo intensivo! No creo que haya mejor terapia para el estrés.
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