Dos o tres horas después de terminar de redactar mi último post sonó el teléfono. Era Juan. Me preguntaba que dónde estaba porque quería seguir de fiesta y pensaba que yo aún estaba por ahí. Le dije que estaba en casa. "¿Te pasa algo?". "Sí". "¿Qué te pasa? ¿Estás bien?". "No". "Judi, ¿qué te pasa?". "Demasiadas cosas, Juan, para explicártelas... Resumamoslo en que he tenido un accidente de coche en el que no ha pasado nada, pero que podía haber pasado y que me he acojonado". "¿Un accidente de coche?". "Sí, Juan, cuando me viste ¿no te diste cuenta de que era mi coche?". "Pues, no". "Pues lo era". "Pero no pasó nada, ¿no?". "No, pero podía. Y, bueno, que no me encuentro bien". "Vale, pues nada, descansa". "Lo intento". "Bueno, pues hablamos". "Sí, hablamos". Yo estuve seca, él sorprendido.
Al día siguiente, cuando logré despertarme, comencé a pensar en todo lo ocurrido y en un punto de mis recuerdos reapareció él y mi tono empleado. No tenía ni idea de lo que podía estar pensando sobre mi actitud al teléfono, pero la cosa podía ir desde el resentimiento por no haberme hecho caso, suposición que podía incomodarme dado que realmente no sentía nada por él como para que pensara eso, hasta el enfado por el mismo motivo, que idem por dos. Así que le llamé para darle una explicación. Primero no lo cogió, pero cuando le dejaba un mensaje en su contestador vi que me estaba llamando él.
Le conté que me había impresionado mucho verme a punto de tener un accidente y que eso me había llevado a replantearme muchas cosas en mi vida, que de repente me había visto al borde de un abismo que creía superado hacía muchos años y que me encontraba en un pequeño estado de shock. Me aconsejó que no me quedara en casa, que saliera a dar una vuelta, que quedara con amigos. Entonces le expliqué que mis amigos, los de verdad, Fanny y Vicente, se encontraban fuera de la ciudad y que no tenía nadie con quien me sintiera cómoda para hablar en estos momentos de mi vida. Entonces me dijo que a lo mejor él iba a ir a la playa más tarde y le dije que si lo hacía y le apetecía me llamara, aunque no prometía demasiada conversación. Sinceramente, no esperaba que lo hiciera. Suele ser costumbre del hombre hacerse invisible cuando huelen un problema ajeno. Sin embargo, lo hizo. Me llamó pasadas unas horas. "Te propongo algo: me vienes a buscar, pasamos por mi coche a que coja las cosas y nos vamos a la playa". "Está nublado". "No importa, necesito darme un baño". "Bueno, vale, no tengo nada mejor que hacer". "Si lo dices así me quedo en casa de mi hermano". "No, no, no quería decir eso, que sí, que me apetece". "Pues venga, no tardes".
Media hora más tarde estábamos sobre la toalla bajo el cielo nublado. "A ver, ¿qué te pasa?". "Buff", me di la vuelta sobre la toalla y metí la cabeza debajo de los brazos. "Explicarte eso sería tan largo como contarte toda mi vida". "Resúmelo, deberías poder hacerlo" (lo dice por nuestro trabajo). "Vale, a ver... mmm... me siento perdida". "¿Por qué?". "Porque no he aprendido nada. Me siento como una niña que no termina de crecer. Y ya debería haber crecido. Tantos años tratando de centrar mi vida y, de nuevo, descubro que no he aprendido nada, que sigo sin saber vivir". "El día que sepas vivir, Judi, dejará de tener sentido la vida". La conversación fue larga, muy larga. Le conté lo de la cocaína, lo de que aún me atormenta el fantasma de Alberto, lo de que a veces me siento incapaz de rehacer mi vida por ello, la impresión ésa de que nunca va a llegar la persona adecuada porque la persona adecuada murió. Le conté que no encuentro un motivo por el que luchar, que tengo la sensación de que no tiene sentido seguir corriendo porque al final del camino encuentro siempre de nuevo la línea de salida. Y lloré. Lloré como una magdalena.
- ¿No te das cuenta tú Judi de que te has acostumbrado a vivir con él dentro? Eres tú quien se resiste a que se vaya, porque tienes miedo. Porque tienes miedo a seguir adelante sin él, porque te has empeñado en usarle como excusa para esconderte de tus propios miedos. Y no es cuestión de que haya muerto. Tienes que superarlo, Judi. Claro que hay un motivo, sólo tienes que encontrarlo.
- Pero, ¿cómo, Juan? ¿Cómo?
- Primero, sacándotelo de ahí dentro, dejándole descansar.
- No puedo. Lo he intentado, Juan, pero no puedo. Siempre está él. Y cuando intento rehacer mi vida, siempre falla algo para recordarme que siempre estás él.
- Judi, eso tiene una razón. Escucha, si tú entras en una estancia llena de gente y de repente ves a dos personas, una exhibiendo una gran sonrisa, una bonita sonrisa, y otra seria, reflejando una gran tristeza, un gran problema. ¿Qué es lo que te llamaría la atención? ¿La sonrisa o el problema?
- La sonrisa.
- Bien, a la mayoría de la gente le llamaría la atención la sonrisa. Sin embargo, hay gente a la que le atrae el problema, la cara triste. ¿Sabes por qué?
- Porque quieren ayudarla.
-No, Judi. Porque ven la oportunidad de aprovecharse de esa debilidad. Tú reflejas ahora esa cara de problema y todos, o casi todos, los que se te acercan buscan sacar provecho de ello.
- Estupendo, ¿y qué quieres que haga yo para evitar eso?
- Es muy sencillo: ¡sé feliz!
- ¡Qué fácil! ¿Y cómo consigo ser feliz? Te olvidas de lo que acabo de decirte. No tengo motivos, no tengo fe en nada, no tengo motivación para ser feliz.
- Sí que la tienes. Sólo tienes que encontrarla.
- ¿Y dónde la encuentro?
- En tu baño. Tienes un baño precioso, por cierto. Es muy bonito, apetece estar en él.
- ¿Te parece? - sonreí.
- Sí, claro. Y he visto muchas cosas en él. Pero hay una, en especial, que podría ayudarte a encontrar ese motivo que necesitas.
- ¿Cuál?
- Intenta adivinarlo. Dime qué cosas te llaman la atención de tu baño.
- No sé. Hay un espejo grande, otro más pequeñito para depilarme…
- Eso es – me interrumpió-, has dado en el clavo a la primera.
- El espejo pequeño, ¿qué le pasa?
- No, el pequeño no, el grande, que es el primero que has dicho.
- ¿Qué le pasa?
- No le pasa nada. ¿Qué se ve habitualmente en ese espejo?
- Depende de quién lo mire- volví a reirme.
- ¿Y quién lo mira más a menudo?
- Yo, obviamente.
- Pues ahí tienes el motivo que buscabas.
Y tenía razón.Después de la playa se vino a casa. Tenía que irse a la suya a recargar ropa y dijo que se quedaba un rato y luego se iba. Pedimos unas pizzas y me puse a ayudarlo a encontrar un billete de avión para sus vacaciones. Cuando terminamos las pizzas dijo que se quedaba. Que si le llevaba al coche a por ropa limpia para el día siguiente, se quedaba. No se lo tuve que pedir, lo decidió él.
Hicimos el amor como nunca. Él siempre había sido fantástico en la cama. Pero aquella noche fue... diferente. Fue aún mejor si esto era posible. Fue algo más. Quizás porque no follamos, hicimos el amor. Y fue maravilloso.
Aún así no quise entusiasmarme con eso. O no pude. Después de que se fuera por la mañana me puse a recoger el apartamento. Y cuando fui a apagar el ordenador vi el icono que tengo justo en el centro del escritorio, con un ojo muy grande, como el que aparece arriba en la barra de direcciones si utilizáis firefox para leerme, y que pone en mayúsculas: ESCRIBE!!! Es el acceso directo a mi novela, la que llevo años intentando escribir y que he empezado más de diez veces de más de diez formas diferentes.
Lo abrí y me puse a escribir. A escribir y a pensar en ella y en todo lo que me había dicho Juan. Cuando vi que el tiempo se me echaba encima terminé de hacer las maletas y volé. Luego, durante el viaje, volví a encender el ordenador y seguí escribiendo, escribiendo y pensando en lo que realmente quería escribir.
Llegué a casa cuatro horas más tarde y me acosté a dormir, destrozada. Pero le mandé un mensaje a Juan: "Joder, sí que creas adicción, una parte de mí está ya con el mono. Creo que voy a echarte de menos este mes". Me contestó: "Jejeje... Gracias... A veces una sonrisa vale más que muchas, muchas, muchas palabras. Un beso y sé feliz please! Nunca negatifa, siempre positifa ... Ciao!".
Por cierto, antes de ir a la playa el día anterior con Juan, le había mandado un mensaje a TS: " Lo de anoche fue defintivo. Me voy a ahorrar los insultos aunque me quemen en la boca. Tan sólo te diré que tus conceptos de amistad, respeto y cariño están bastante deteriorados y que se acabó, que ésta ha sido la última vez que permito que te burles de mí". ¿Exagerado? Puede que sí. Puede que el hecho de decirme que fuera al bar en el que él estaba y cuando llegué haber desaparecido y haber apagado el móvil, no fuera para tanto. Pero yo aún estaba bajo los efectos de la depresión post-coca y aquello me había reventado como nunca. Me contestó estando yo en la playa con Juan: "Anoche estaba muy pedo y no recuerdo bien algunas cosas. Por tu tono me debí sobrepasar. Perdón. Disculpas de verdad. ¿Podemos hablar luego?". Mi respuesta: No. Ni te sobrepasaste ni podemos hablar. Quiero olvidarme de ti y punto". No he vuelto a saber de él.
Esta mañana, cuando me levanté, tenía ansias nuevamente de escribir. Y de nuevo me puse a ello. Y poco a poco ha ido saliendo. La historia ha ido saliendo de sí misma y, de repente, la veo más grande y clara que nunca. Ahora la veo, o al menos eso creo. Y es cierto, la respuesta estaba en el espejo. Siempre pensé en escribir esa historia a través de Alberto. Siempre pensé que esa historia era Alberto. Y no. Hoy descubrí que no, que esa historia soy yo, sólo yo. Y ahora sé cómo la quiero escribir. Y me gusta. Y me da mucho menos miedo que antes enfrentarme a ella.
Esta tarde fui a la capital a ver a mis mejores amigos de mi tierra y, mientras cenábamos, llamó Juan. Era para darme el susto de lo que le han pasado de móvil por conectarse con él a internet desde mi ordenador. 129 euros. Orange, que es una porquería. A mí movistar me cobra un euro la conexión y ya. Se lo tendré que pagar. Pero, la verdad, me dio la sensación de que no estaba especialmente preocupado por ese dinero. Hablamos un ratín pero se dio cuenta de que mis amigos esperaban y colgó. Luego, cuando cogí de nuevo el coche para volver al pueblo, le llamé con el bluetooth del coche activado.
Hablamos durante todo el trayecto. De tonterías, en realidad. De nada en concreto. De su viaje, del mío, de la factura del móvil, del trabajo y los compañeros... Cuando iba llegando a casa dijo que llamaba él, que ya me estaba gastando mucho. Le dije que estaba a punto de aparcar y me dijo que daba igual. Aparqué, entré en casa, saludé a mi padrastro, me comí un cacho de la tortilla que había hecho mi madre, me tomé una cerveza, subí a mi habitación, me desvestí, me metí en la cama... y seguíamos hablando. La cosa no tardó mucho en calentarse. Y me dijo que me iba a echar de menos. Y hablamos de lo que vamos a hacer cuando volvamos ambos de vacaciones y... bueno... que no sé en qué acabará esto, pero de repente ha tomado un cariz que nunca pensé que tomaría y que, además, nunca pensé que me gustara que tomara...
De momento, falta un mes para que nos volvamos a ver, pues él no llegará de sus vacaciones hasta el 21 de agosto. Yo estaré aquí en casa una semana más y luego me voy a Portugal con mi ex novio de mochileo. Lo que ocurra a la vuelta, sólo el destino lo sabe.
Mientras, no sé cuando ni con qué frecuencia podré escribir este blog, pero lo intentaré siempre que me sea posible. Sólo espero que a mi regreso sigan estando ahí esos pequeños grandes seguidores que de repente me han sorprendido con su fidelidad.
Os echaré de menos.
Nos leemos.
Comentarios
Nosotras tus seguidoras fieles como dices, estaremos por aquí deseando que escribas como te va.
Un beso mu grandeeee chicas!!!
PD. Ya me queda poco para estar de vacacioones!!