¡Ay, qué relax! Tengo la casa hecha un desastre, pero me da igual. Son las doce y media de la noche y me acabo de despertar... ¡Qué maravilla! Cómo necesitaba un día así... Eso sí, me las voy a ver crudas para dejar este apartamento en condiciones antes del domingo, como era mi intención, para irme a mi pueblo. Pero, como se suele decir en estos casos, que me quiten lo bailao.
Lo de anoche fue genial, la verdad. Pero os cuento desde el principio. Ayer (el jueves), tras tirarme todo el día vagueando, conseguí finalmente decidirme a arreglarme para salir de casa. Pasé por la oficina de mi contacto para recoger unos documentos y luego me fui a la oficina, a dejar cerrado el tema antes de irnos todos a cenar como habíamos quedado.
Cuando llegué TS ya se había ido, como la mayoría. Juan me contó que finalmente sólo íbamos a ser seis: Nora, Arón, Lidia, TS, él y yo. Se habían rajado Miriam, Fito, Yovanka y Aitor. Pero a los pocos minutos de estar en la oficina me llamó TS. Yo estaba a punto de llamarle a él para explicarle el tema que iba a dejar cerrado para que lo siga en los días que voy a estar fuera. Entonces me dijo que se encontraba mal, que se había tomado un helado a media tarde y que le había sentado mal, así que no iba a venir a cenar, que a lo mejor se apuntaba luego.
A mí no me hizo gracia, la verdad. Me fastidiaba que no viniera, después de que el día anterior no había tenido problemas para pasarlo con la rubita en su cumpleaños. Pero me aseguró que se apuntaría luego "a las copas". "Vale, está bien", le dije. "Y a dormir, si sigue en pie", añadió. Se refería a un comentario que le había hecho yo el día anterior por Skype. Lo hice bromeando (aunque reconozco que tras una broma la verdad asoma casi siempre). Cuando le dije lo de la cena y las copas, añadí "Y dormir, si quieres" por skype. "¿Juntos?", contestó. "Claro", respondí yo, añadiendo una carita con la lengua fuera. "No sé, habría que verlo", dijo. "Era broma", puse. "Qué pena", dijo él. "¿Qué pena el qué?". "Que fuera broma".
A eso venía su comentario por teléfono de ayer. "Y a dormir, si sigue en pie...". Yo enmudecí. "¿Sigue en pie?", insistió. Dos segundos de silencio. Tragué saliva y contesté: "No". Silencio. "Vale". "Bueno, que te vengas". "Ya veré, si me encuentro mejor voy". "Ven". "Lo intento". "Vale". "Si no te veo, que lo pases bien en Portugal". "No me digas eso, ven". "Así te dejo con la duda". "Eres un cabrón". "Vale". "Hasta luego". "Hasta agosto". "Que te den". "Gracias".
Minutos más tarde Nora salió de la oficina con cara de mosqueo. Le pregunté si no iba a venir a cenar y me contestó muy seca que no. Le dije que teníamos una reserva y me contestó que lo arreglaría al día siguiente con Juan, pero que se iba, sin dar más explicaciones. Luego me enteré que había tenido una bronca con su jefa de área y que estaba enfadada. En síntesis, habíamos quedado cuatro para una reserva de diez. Llamé y la anulé.
Cuando acabé de cerrar el tema nos fuimos Lidia, Juan y yo a otro restaurante japonés. Mucho peor que el que habíamos elegido en principio, por cierto. Me extraña que no nos haya dado una indigestión. Poco después se sumó Arón. Por cierto, Lidia es una encantadora diseñadora que trabaja en el departamento de arte y Arón otro compañero, del departamento en el que Mandy, ya os hablé de él un día, es jefe. (Estoy preparando un par de posts con los personajes de esta historia porque crecen por día y creo que los lectores se van a acabar haciendo un lío).
Después de cenar nos fuimos a un local a ver la final de monólogos. Allí nos esperaba Míriam con su novio y Rober. Poco después llegó Fito (compañero de departamento de Míriam y Juan, subordinados todos ellos a Vicente, mi mejor amigo en la oficina). A aquella hora, pasada la media noche, ya estaba segura de que TS no iba a aparecer.
Del sitio de monólogos nos fuimos a un bar un poco pijo. Yo estuve ... [El teléfono acaba de interrumpir la narración. Era TS, muy cariñoso. Luego lo cuento con detalle]. Yo estuve hablando largo rato con Fito sobre literatura y Juan por ahí pululando que no terminaba de entrar en la conversación.
Cuando nos quedamos los tres solos decidimos cambiar de bar, a uno con una música un poco más ochentera y menos pijo, más de nuestro estilo. Nos tomamos un par de copas más mientras hacíamos el payaso con la música. No pude evitar que en un instante se cruzara Alberto por mi cabeza. La música y el rostro de Fito... Son muy parecidos, aunque Fito es más mayor. Pero tiene los mismos labios, los mismos ojos y una sonrisa muy parecida a la de Alberto, aunque él era muchísimo más guapo. Se lo dije y se rayó. Ya se lo había dicho una vez, en la oficina. Salí del despacho del director y me encontré con Fito que llevaba una camisa idéntica a una que Alberto usaba mucho. Creo que la cara se me quedó blanca. Me preguntó que qué me pasaba y le contesté "te odio". Flipó. Más tarde se lo expliqué y creo que flipó aún más.
Anoche cuando le recordé el asunto se rayó un poco, pero en plan gracioso. Con las copas empezó a reírse y a decir que iba a formar un grupo de música al que llamaría "El Novio Muerto". Un gran nombre para una banda, sin duda. Cuando la cosa empezó a decaer y parecía que lo que tocaba era ir yéndonos, le mandé un mensaje al móvil a Juan, mientras éste hablaba con Fito. "¿Cómo lo hacemos para que no se note?". Un minuto después Juan sacó el móvil del bolsillo y se puso a leer un mensaje, así que Fito se puso hablar conmigo, mientras Juan contestaba al mensaje. Poco después mi bolso se iluminaba indicando que me había llegado un mensaje.
Esperé un rato y cuando supuse que ya Fito no relacionaría el gesto de Juan, saqué mi móvil del bolso. "Cada uno por su lado. Yo voy al coche a recoger tu sorpresa y nos llamamos". Le miré con un gesto de asentimiento y él me picó un ojo. Minutos después yo andaba en dirección a casa con Fito, mientras Juan tomaba la dirección opuesta. Fito me acompañó hasta casa como hace habitualmente si salimos juntos de fiesta. Mi casa está justo a la vuelta de la esquina del bar en el que estábamos, con lo que cinco minutos después estaba llamando a Juan.
Mientras llegó a su coche y volvió, estuvimos hablando por teléfono, diciendo tonterías y poniéndonos un poco tontos los dos. Cuando llegó tuve que forcejear con él para que me dejara ver el contenido de la bolsa que traía. Era un Durex Play, de esos que vienen con loción estimulante, anillo vibrador y una caja de condones. Era la primera vez que lo probaba y fue absolutamente increíble. No voy a describir los detalles, pero puedo asegurar que pocas veces en mi vida me lo había pasado tan bien en la cama.
Creo que es éso lo que me atrae de Juan. Es maravilloso en la cama. No me despierta la atención físicamente, ni me resulta especialmente atractivo, ni siento admiración por él. Las conversaciones con él son agradables pero no fascinantes. Sin embargo, en la cama es una maravilla.
Esta mañana (bueno, a mediodía) cuando me desperté, se había ido. Le llamé para quejarme de que se hubiera ido sin despedirse y me dijo que yo no me despertaba. No me lo creo, pero bueno. Luego me puse a leer un rato y cuando miré por la ventana y vi que hacía buen día, me puse el biquini y bajé un rato a la playa. A eso de las seis se nubló y decidí subir. Me di una ducha y me tumbé a leer hasta que me terminé mi última adquisición literaria. Luego me quedé dormida y me desperté hace cosa de una hora.
Llamé a Juan a ver como iba con su superviernes. Me dijo que aún le quedaba un rato. Le invité a venir cuando acabara y estuvimos hablando un poco. Quedó que en que sobre las dos y media estaría por aquí. Luego, mientras escribía, llamó TS.
Me preguntó que qué hacía y le dije que estoy en casa. "Ah, nada, era por si estabas por ahí". Sentí en el estómago unas ganas atroces de decirle que viniera, pero me contuve. Me contuve por Juan, la verdad, porque no tendría forma de explicarle el motivo por el que anulo la invitación. "Espero verte antes de que te vayas", me dijo TS. "No sé, mañana me voy a la fiesta del pueblo de Miriam todo el día". "Vale, pues llama cuando vuelvas". "Vale, lo haré". Su voz era melosa al principio. Luego se fue poniendo tenso hasta que se despidió rápidamente. Yo sentí ganas de seguir hablando, pero me despedí también.
No debería, lo sé, pero mañana cuando vuelva del pueblo de Miriam sé que no voy a poder evitar llamarle. Y no debería, lo sé, pero me muero de ganas por estar con él una vez más... Sólo espero que no pase, que me evite, que no me conteste al teléfono o que me ponga alguna escusa. Es lo mejor.
Ahora me voy a recoger un poco esta pocilga, que Juan debe estar al llegar.
Hasta más leernos.
Lo de anoche fue genial, la verdad. Pero os cuento desde el principio. Ayer (el jueves), tras tirarme todo el día vagueando, conseguí finalmente decidirme a arreglarme para salir de casa. Pasé por la oficina de mi contacto para recoger unos documentos y luego me fui a la oficina, a dejar cerrado el tema antes de irnos todos a cenar como habíamos quedado.
Cuando llegué TS ya se había ido, como la mayoría. Juan me contó que finalmente sólo íbamos a ser seis: Nora, Arón, Lidia, TS, él y yo. Se habían rajado Miriam, Fito, Yovanka y Aitor. Pero a los pocos minutos de estar en la oficina me llamó TS. Yo estaba a punto de llamarle a él para explicarle el tema que iba a dejar cerrado para que lo siga en los días que voy a estar fuera. Entonces me dijo que se encontraba mal, que se había tomado un helado a media tarde y que le había sentado mal, así que no iba a venir a cenar, que a lo mejor se apuntaba luego.
A mí no me hizo gracia, la verdad. Me fastidiaba que no viniera, después de que el día anterior no había tenido problemas para pasarlo con la rubita en su cumpleaños. Pero me aseguró que se apuntaría luego "a las copas". "Vale, está bien", le dije. "Y a dormir, si sigue en pie", añadió. Se refería a un comentario que le había hecho yo el día anterior por Skype. Lo hice bromeando (aunque reconozco que tras una broma la verdad asoma casi siempre). Cuando le dije lo de la cena y las copas, añadí "Y dormir, si quieres" por skype. "¿Juntos?", contestó. "Claro", respondí yo, añadiendo una carita con la lengua fuera. "No sé, habría que verlo", dijo. "Era broma", puse. "Qué pena", dijo él. "¿Qué pena el qué?". "Que fuera broma".
A eso venía su comentario por teléfono de ayer. "Y a dormir, si sigue en pie...". Yo enmudecí. "¿Sigue en pie?", insistió. Dos segundos de silencio. Tragué saliva y contesté: "No". Silencio. "Vale". "Bueno, que te vengas". "Ya veré, si me encuentro mejor voy". "Ven". "Lo intento". "Vale". "Si no te veo, que lo pases bien en Portugal". "No me digas eso, ven". "Así te dejo con la duda". "Eres un cabrón". "Vale". "Hasta luego". "Hasta agosto". "Que te den". "Gracias".
Minutos más tarde Nora salió de la oficina con cara de mosqueo. Le pregunté si no iba a venir a cenar y me contestó muy seca que no. Le dije que teníamos una reserva y me contestó que lo arreglaría al día siguiente con Juan, pero que se iba, sin dar más explicaciones. Luego me enteré que había tenido una bronca con su jefa de área y que estaba enfadada. En síntesis, habíamos quedado cuatro para una reserva de diez. Llamé y la anulé.
Cuando acabé de cerrar el tema nos fuimos Lidia, Juan y yo a otro restaurante japonés. Mucho peor que el que habíamos elegido en principio, por cierto. Me extraña que no nos haya dado una indigestión. Poco después se sumó Arón. Por cierto, Lidia es una encantadora diseñadora que trabaja en el departamento de arte y Arón otro compañero, del departamento en el que Mandy, ya os hablé de él un día, es jefe. (Estoy preparando un par de posts con los personajes de esta historia porque crecen por día y creo que los lectores se van a acabar haciendo un lío).
Después de cenar nos fuimos a un local a ver la final de monólogos. Allí nos esperaba Míriam con su novio y Rober. Poco después llegó Fito (compañero de departamento de Míriam y Juan, subordinados todos ellos a Vicente, mi mejor amigo en la oficina). A aquella hora, pasada la media noche, ya estaba segura de que TS no iba a aparecer.
Del sitio de monólogos nos fuimos a un bar un poco pijo. Yo estuve ... [El teléfono acaba de interrumpir la narración. Era TS, muy cariñoso. Luego lo cuento con detalle]. Yo estuve hablando largo rato con Fito sobre literatura y Juan por ahí pululando que no terminaba de entrar en la conversación.
Cuando nos quedamos los tres solos decidimos cambiar de bar, a uno con una música un poco más ochentera y menos pijo, más de nuestro estilo. Nos tomamos un par de copas más mientras hacíamos el payaso con la música. No pude evitar que en un instante se cruzara Alberto por mi cabeza. La música y el rostro de Fito... Son muy parecidos, aunque Fito es más mayor. Pero tiene los mismos labios, los mismos ojos y una sonrisa muy parecida a la de Alberto, aunque él era muchísimo más guapo. Se lo dije y se rayó. Ya se lo había dicho una vez, en la oficina. Salí del despacho del director y me encontré con Fito que llevaba una camisa idéntica a una que Alberto usaba mucho. Creo que la cara se me quedó blanca. Me preguntó que qué me pasaba y le contesté "te odio". Flipó. Más tarde se lo expliqué y creo que flipó aún más.
Anoche cuando le recordé el asunto se rayó un poco, pero en plan gracioso. Con las copas empezó a reírse y a decir que iba a formar un grupo de música al que llamaría "El Novio Muerto". Un gran nombre para una banda, sin duda. Cuando la cosa empezó a decaer y parecía que lo que tocaba era ir yéndonos, le mandé un mensaje al móvil a Juan, mientras éste hablaba con Fito. "¿Cómo lo hacemos para que no se note?". Un minuto después Juan sacó el móvil del bolsillo y se puso a leer un mensaje, así que Fito se puso hablar conmigo, mientras Juan contestaba al mensaje. Poco después mi bolso se iluminaba indicando que me había llegado un mensaje.
Esperé un rato y cuando supuse que ya Fito no relacionaría el gesto de Juan, saqué mi móvil del bolso. "Cada uno por su lado. Yo voy al coche a recoger tu sorpresa y nos llamamos". Le miré con un gesto de asentimiento y él me picó un ojo. Minutos después yo andaba en dirección a casa con Fito, mientras Juan tomaba la dirección opuesta. Fito me acompañó hasta casa como hace habitualmente si salimos juntos de fiesta. Mi casa está justo a la vuelta de la esquina del bar en el que estábamos, con lo que cinco minutos después estaba llamando a Juan.
Mientras llegó a su coche y volvió, estuvimos hablando por teléfono, diciendo tonterías y poniéndonos un poco tontos los dos. Cuando llegó tuve que forcejear con él para que me dejara ver el contenido de la bolsa que traía. Era un Durex Play, de esos que vienen con loción estimulante, anillo vibrador y una caja de condones. Era la primera vez que lo probaba y fue absolutamente increíble. No voy a describir los detalles, pero puedo asegurar que pocas veces en mi vida me lo había pasado tan bien en la cama.
Creo que es éso lo que me atrae de Juan. Es maravilloso en la cama. No me despierta la atención físicamente, ni me resulta especialmente atractivo, ni siento admiración por él. Las conversaciones con él son agradables pero no fascinantes. Sin embargo, en la cama es una maravilla.
Esta mañana (bueno, a mediodía) cuando me desperté, se había ido. Le llamé para quejarme de que se hubiera ido sin despedirse y me dijo que yo no me despertaba. No me lo creo, pero bueno. Luego me puse a leer un rato y cuando miré por la ventana y vi que hacía buen día, me puse el biquini y bajé un rato a la playa. A eso de las seis se nubló y decidí subir. Me di una ducha y me tumbé a leer hasta que me terminé mi última adquisición literaria. Luego me quedé dormida y me desperté hace cosa de una hora.
Llamé a Juan a ver como iba con su superviernes. Me dijo que aún le quedaba un rato. Le invité a venir cuando acabara y estuvimos hablando un poco. Quedó que en que sobre las dos y media estaría por aquí. Luego, mientras escribía, llamó TS.
Me preguntó que qué hacía y le dije que estoy en casa. "Ah, nada, era por si estabas por ahí". Sentí en el estómago unas ganas atroces de decirle que viniera, pero me contuve. Me contuve por Juan, la verdad, porque no tendría forma de explicarle el motivo por el que anulo la invitación. "Espero verte antes de que te vayas", me dijo TS. "No sé, mañana me voy a la fiesta del pueblo de Miriam todo el día". "Vale, pues llama cuando vuelvas". "Vale, lo haré". Su voz era melosa al principio. Luego se fue poniendo tenso hasta que se despidió rápidamente. Yo sentí ganas de seguir hablando, pero me despedí también.
No debería, lo sé, pero mañana cuando vuelva del pueblo de Miriam sé que no voy a poder evitar llamarle. Y no debería, lo sé, pero me muero de ganas por estar con él una vez más... Sólo espero que no pase, que me evite, que no me conteste al teléfono o que me ponga alguna escusa. Es lo mejor.
Ahora me voy a recoger un poco esta pocilga, que Juan debe estar al llegar.
Hasta más leernos.
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