En realidad, se necesita tan poco para que cambie nuestro estado de ánimo y pasemos de sentirnos el patito feo a sentir que nos comemos el mundo. Egocentrismo. Sí. Puede ser eso. Lo cierto es que con poco que alguien cercano o querido nos endulce los oídos, nos da para limpiar de miedos y angustias el estómago.
Hoy ha sido uno de esos días. La mañana no empezó del todo mal. Una rueda de prensa con mucho hombre cerca, tras la que me convertí sin querer en el centro de atención. Pantalón blanco, camiseta roja, el pelo suelto y el tono dorado de un fin de semana de playa parece que fueron suficientes para que me endulzaran los oídos a primera hora de la mañana. Yo muy digna, eso sí, ¡eh!
Luego la cosa empeoró. En el Ayuntamiento me encontré con el Turichuli. Me dio un besazo de los sonoros mientras me asía un segundo por el brazo. Estuvo agradable. Pero yo me quería morir. Aguanté el tipo, porque trabajo es trabajo y era necesario que aguantara el tipo. Pero me quería morir.
Sin embargo pasó. Tragué saliva, puse mi mejor sonrisa y traté de parecer todo lo profesional que pude. O más. No sé si lo logré, pero salí del paso con cierta gallardía.
Más tarde, en la oficina. TS y sus miradas. Dios, ¡qué miradas! ¡Qué coqueteos! ¡Qué bien hace sentirse deseada aunque sea por un instante!
Pero lo mejor es la buena sintonía, sentir que de momento bailamos al mismo compás, que no hay malos entendidos, ni miedos, ni preocupaciones involucrándose en lo ocurrido. Nos reímos mucho, nos cachondeamos mucho de lo ocurrido el domingo al tiempo que lo saboreamos entre miradas de complicidad. Es muy agradable.
Luego, hace tan sólo un rato, al llegar a casa vi que me había llamado al móvil. Le devolví la llamada pero no contestó así que le mandé un mensaje preguntándole si necesitaba algo y avisándole de que podía encontrarme conectada. Se conectó. Y me sentí bien. Sentí que aunque sea a ratos le gusta pensar en mí, me busca y quiere hablar conmigo. Es agradable.
Hablamos un par de horas, hasta hace a penas un rato. De trabajo primero, de dinero, que anda mal la cosa porque aún hoy no hemos cobrado, y luego de nosotros... Ese extraño y divertido nosotros: compañeros, amigos, amantes... La conversación subió de tono, no mucho pero sí lo suficiente para irnos los dos con una gran sonrisa en la boca a la cama.
La mía no se me ha quitado aún. Lo ideal para tener dulces sueños. Sólo quise pasar un minuto por aquí para contároslo, contaros que a veces es suficiente con tan poco...
A ver mañana...
Besos.
Hoy ha sido uno de esos días. La mañana no empezó del todo mal. Una rueda de prensa con mucho hombre cerca, tras la que me convertí sin querer en el centro de atención. Pantalón blanco, camiseta roja, el pelo suelto y el tono dorado de un fin de semana de playa parece que fueron suficientes para que me endulzaran los oídos a primera hora de la mañana. Yo muy digna, eso sí, ¡eh!
Luego la cosa empeoró. En el Ayuntamiento me encontré con el Turichuli. Me dio un besazo de los sonoros mientras me asía un segundo por el brazo. Estuvo agradable. Pero yo me quería morir. Aguanté el tipo, porque trabajo es trabajo y era necesario que aguantara el tipo. Pero me quería morir.
Sin embargo pasó. Tragué saliva, puse mi mejor sonrisa y traté de parecer todo lo profesional que pude. O más. No sé si lo logré, pero salí del paso con cierta gallardía.
Más tarde, en la oficina. TS y sus miradas. Dios, ¡qué miradas! ¡Qué coqueteos! ¡Qué bien hace sentirse deseada aunque sea por un instante!
Pero lo mejor es la buena sintonía, sentir que de momento bailamos al mismo compás, que no hay malos entendidos, ni miedos, ni preocupaciones involucrándose en lo ocurrido. Nos reímos mucho, nos cachondeamos mucho de lo ocurrido el domingo al tiempo que lo saboreamos entre miradas de complicidad. Es muy agradable.
Luego, hace tan sólo un rato, al llegar a casa vi que me había llamado al móvil. Le devolví la llamada pero no contestó así que le mandé un mensaje preguntándole si necesitaba algo y avisándole de que podía encontrarme conectada. Se conectó. Y me sentí bien. Sentí que aunque sea a ratos le gusta pensar en mí, me busca y quiere hablar conmigo. Es agradable.
Hablamos un par de horas, hasta hace a penas un rato. De trabajo primero, de dinero, que anda mal la cosa porque aún hoy no hemos cobrado, y luego de nosotros... Ese extraño y divertido nosotros: compañeros, amigos, amantes... La conversación subió de tono, no mucho pero sí lo suficiente para irnos los dos con una gran sonrisa en la boca a la cama.
La mía no se me ha quitado aún. Lo ideal para tener dulces sueños. Sólo quise pasar un minuto por aquí para contároslo, contaros que a veces es suficiente con tan poco...
A ver mañana...
Besos.
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